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Fueguia 1833, Afrodita de Capua, Pani

22 Jueves Nov 2018

Posted by bellaespiritu in Arte, Fragancias, Tierras cercanas

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Afrodita de Capua, Buenos Aires, Fueguia 1833, Museo Nacional de Bellas Artes, Pani

El avión aterrizó con demora después del mediodía en Buenos Aires, inmerso en una temperatura fresca para la época y propicia para caminar sin prisa. Tenía unas horas para deambular hasta que arribara Juan al caer la tarde, así que me instalé en el hotel, procedí a desarmar la maleta y, previo almuerzo vegetal en las proximidades, bordee el cementerio de la Recoleta en dirección a Avenida Quintana. En el camino fui dejando atrás turistas que pugnaban por una fotografía en la puerta de La Biela y di la vuelta por Ayacucho hasta alcanzar las proximidades de la Avenida Alvear.

Unas pocas calles más allá hay un local pequeño situado frente al Palacio Duhau, discretamente enmarcado en tonos oscuros que se asemeja a un sitio fuera del tiempo. Allí los amantes de las fragancias nos encontramos en el paraíso, envueltos en un halo irresistible en el que es posible testear a gusto composiciones únicas: es que Fueguia 1833 no es una perfumería común, sino un Laboratorio de Perfumes.

Fueguia Basket era una niña indígena oriunda de Tierra del Fuego que en el año 1830 fue raptada a los nueve años de edad, conjuntamente con tres de sus congéneres, y trasladada a Inglaterra por Robert Fitz Roy a efectos de procurar adaptarlos a la rígida vida victoriana en una suerte de situación considerada privilegiada para los extraños “salvajes”. Tres años después serían devueltos a su tierra natal en una expedición de la que participó Charles Darwin y que marcaría el inicio de la teoría sobre el origen de las especies.

Julián Bedel, alma mater de Fueguia 1833, concibió el nombre de la marca como un homenaje a aquella joven arrancada de sus raíces y la estética empleada procura reafirmar este concepto, con cartografías que remontan a las incursiones de Darwin por la Patagonia. Los aromas se desprenden de la imaginación desbordante de Bedel, que ha estudiado química y botánica por su cuenta y se largó a la aventura luego de concebir un perfume para el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires: no había quien pisara la pinacoteca que no se sintiera atraído por la fragancia que flotaba en el aire.

Flores, maderas y plantas no resultan ajenas a Bedel, quien ha pasado largas temporadas durante su infancia en el campo familiar de Entre Ríos y cada año podaba los árboles conjuntamente con sus hermanos. La estirpe artística de sus ancestros se ha hecho visible en el laboratorio, donde la colección dedicada al inmortal Jorge Luis Borges aún conserva Biblioteca de Babel, una fragancia concebida en torno al cedro y la madera de caoba con un corazón de canela que reproduce el olor irresistible de los libros antiguos.

La excelencia de las materias primas y la calidad son las premisas de Fueguia 1833, donde los perfumes remiten a la historia y a los elementos de la naturaleza: Huemul o el almizcle suave como la piel del ciervo fueguino, Jacarandá o el olor de Buenos Aires en primavera, Juan Manuel y la explosiva combinación de rosas que recuerdan el apellido del Restaurador del siglo XIX… son sólo algunos ejemplos de los nombres plasmados en las etiquetas escritas a mano, que se vislumbran en las botellas contenidas dentro de cajitas de madera de colihue.

A sabiendas del poder ínsito en las fragancias, que capturan la atención de manera sutil por su penetración en lo más profundo de los sentidos, Bedel también ha jugado con el erotismo en algunas de su composiciones: valgan como ejemplos el atractivo sucio de El Otro Tigre y la discreción sensual de Ballena de la Pampa. No obstante, en esta excursión por Fueguia 1833 mi elección se ha inclinado hacia el embeleso que emana de la literatura y he optado, sin dudarlo, por las maderas especiadas de la eterna Biblioteca de Babel.

Afrodita de Capua

Allí donde la Avenida Alvear comienza a fusionarse con Avenida del Libertador sólo hay que caminar unas pocas calles para arribar al Museo Nacional de Bellas Artes. He visitado en varias oportunidades esta pinacoteca citadina; en este caso, Juan impulsó una nueva incursión porque producto del intercambio cultural entre Italia y Argentina, habida cuenta de nuestros lazos ancestrales con aquel país, el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles ha facilitado la exhibición en Buenos Aires de esta pieza de arte clásico que integra su acervo cultural.

No hay certeza respecto de la inspiración primigenia respecto de la magnífica escultura aunque se presume que conjuntamente con la Venus de Milo encontraron su inspiración en la Afrodita de Lísipo, destacado escultor del período clásico griego. El gesto denota que podría haber sostenido entre sus manos tanto el escudo de Ares como una lira, hacia donde se inclina el rostro atento. La asociación con el dios de la guerra proviene de su vínculo íntimo con el mismo, ya que aún casada con Hefesto la diosa sucumbió ante los encantos viriles de Ares, quien a su vez se rindió a la belleza y sensualidad de Afrodita.

La estatua resume en sí misma una carnalidad serena en su semidesnudez: tan sólo un manto drapeado vela la parte inferior del cuerpo, ya que en su imagen superior únicamente resalta la diadema que recoge el cabello en la nuca, que según los expertos estaba decorada con un hilo de perlas. El Anfiteatro Campano de Capua, menos renombrado pero que sigue en orden de importancia al Coliseo, fue el sitio donde se encontraba emplazada, tallada en mármol, la diosa del amor y la belleza cuyo misterio persiste hasta nuestros días.

Pani

Eliana Pani Trotta, cocinera amateur, tenía una consigna que portaba como un mantra: “La Vida es Rica”. Así, con mayúsculas que destacaban una concepción entre vitalidad y sabor comenzó Pani, el emprendimiento gastronómico donde los platos se preparan con la consigna de desgustar calor de hogar en abundancia y que se destaca en Recoleta por su ambiente decorado profusamente de estilo shabby chic, con un ligero toque kitsch.

Porque Pani, fiel solamente a sí misma, no estructura el interior de los locales que llevan su sello con el mismo estilo, sino que se sólo se deja guiar por la inspiración que surge de los viajes y los sueños. Y así comenzó, vendiendo tortas entre sus conocidos que nada tenían que ver con los sabores tradicionales hasta la apertura de la firma que lleva su nombre y se ha expandido a paso firme por Buenos Aires, dotando a Recoleta de un aire vivificante y juvenil en medio de la sosegada tradición que caracteriza la zona.

Su impulso innovador no se limita a los platos sino que también se ha animado a fusionar estilos y costumbres: consciente de que faltaba una opción para aquellos que salen de la oficina cuando ya el sol se ha puesto o bien para los viajeros agotados de recorrer desde la mañana la ciudad interminable, Pani se animó a proponer la merienda gourmet o teanner. Esta tendencia para quienes prefieren merendar tardíamente una opción completa que conjugue opciones dulces y saladas sin la contundencia que caracteriza a una cena tradicional no tardó en imponerse al caer la tarde: pinchos de langostinos con guacamole, scons de salmón ahumado y queso crema, cuadrados dulces y chocotorta son algunas de las opciones para degustar felizmente en Pani, donde la Vida es Rica, sin dudas.

GüiráOga, Aripuca, la Casa de las Botellas

30 Domingo Sep 2018

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Aripuca, GüiraOga, la Casa de las Botellas, Puerto Iguazú

Era el último día en Puerto Iguazú y nos dedicamos a recorrer aquellos sitios que de una manera u otra acapararon nuestra atención por las descripciones previas; en este caso estaban situados a unos kilómetros del centro y a poca distancia entre sí. En definitiva abordamos un taxi que nos acercó al refugio de animales silvestres GüiráOga o Casa de los pájaros en idioma nativo, cuyo objeto es el rescate, la reinserción en la naturaleza y la investigación y preservación de la fauna autóctona de la Mata Atlántica.

Fue fundado el 23 de agosto de 1997 por una pareja de especialistas en rehabilitación de aves rapaces, quienes aún tienen a su cargo la dirección del refugio. GúiráOga fue concebido como una construcción natural para evitar un efecto perturbador sobre la selva, conserva especies vegetales centenarias que miden hasta 30 metros de altura y el equipo humano que lo integra procura la recuperación de los animales que llegan a sus instalaciones o bien la conservación de la vida de los mismos y su reproducción, para devolver a la naturaleza a las crías cuyos padres fueron privados de dicha posibilidad.

El tráfico, la caza furtiva y los accidentes en las rutas son algunas de las razones por las que las especies arriban al refugio; también llegan aquellos que han sido mascotas durante mucho tiempo y al fallecer sus dueños no pueden adaptarse a la vida natural. Tal vez resulta increíble que el ser humano se apodere de especies como el yacaré o el oso hormiguero pero no lo es: de hecho, hemos visto con nuestros propios ojos ejemplares rescatados de manos de particulares que han perdido su instinto y han de vivir en GuiráOga hasta sus últimos días.

Los animales que arriban deben pasar un período de cuarentena hasta ser evaluados, mientras que los recién nacidos son atendidos en un sector especial hasta que se desarrollan o recuperan. Luego son transferidos a rehabilitación en espacios abiertos que se asemejan a su hábitat natural; si se encuentran aptos para reinsertarse en la naturaleza primero cohabitan con sus pares y luego deben enfrentar una última etapa antes de ser liberados: el período de monitoreo en la Isla Palacio.

Este Monumento Natural Provincial está constituído por un brazo del río Uruguay de una extensión de 1600 hectáreas y la distinción que ostenta se debe a que conserva flora y fauna autóctona del país. No resulta posible acceder sino mediante un permiso especial y no está permitida la presencia humana: allí son liberados y monitoreados los animales que han encontrado afecto y cuidados en GüiráOga y desde allí, una vez evaluados cuidadosamente, volverán a vivir en libertad en la selva misionera.

Aripuca

Los guaraníes emplean aún en la actualidad para cazar animales una trampa a la que denominan aripuca, armada a partir de pequeñas ramitas en forma de pirámide que se conectan a un pequeño mecanismo que se cierra ante el ingreso del animal. La presa no sufre ninguna agresión física más allá del encierro, y si no resulta apta para el consumo es liberada nuevamente, intacta.

El proyecto familiar que toma su nombre de la tradición guaraní fue construído a partir de árboles rescatados de aserraderos donde iban a ser vendidos, o bien recuperados al haber sido tumbados por fenómenos naturales como tormentas o rayos. Así fueron empleados para reproducir la estructura de la trampa originaria más de 30 especies de la Mata Atlántica, en una construcción que alcanza 17 metros de altura y pesa cerca de 500.000 kilos. Aripuca persigue el fin de crear conciencia acerca de la pérdida de recursos naturales que ha de conducir al ser humano, por impericia o temeridad, a una trampa diseñada en definitiva por sí mismo.

En el amplio espacio en que se emplaza Aripuca se encuentran también otros edificios que siguen los lineamientos naturales de la zona. El Tacurú, construído con piedra del mismo nombre también llamada itacurubí y característica de la provincia misionera, también emplea en su arquitectura que remite al nido de las termitas de tierra rocas como basalto negro y rojo, jaspe y algunas incrustaciones de amatista: allí se pueden adquirir artesanías típicas entre las que sobresalen las elaboradas con piedras preciosas, pródigas en esta zona.

El yateí, especie de abeja pequeña sin aguijón cuya miel es muy apreciada, presta su nombre a la construcción típica de los colonos de la zona: galería amplia, techo a dos aguas y una distancia considerable del suelo para aislar la vivienda de la humedad y los insectos. Aquí los amantes de los productos naturales encontrarán yerba mate, alfajores de harina de mandioca, miel silvestre y té fragante de rosella, también conocida como hibiscus. Para reponer fuerzas luego del paseo, en el Cucurucho, construído con madera ibirá pitá y techo de paja, recomiendo probar la frescura amarga del helado de yerba mate.

Casa de las Botellas

Nuestra última visita estaba guiada por la curiosidad: habíamos investigado acerca de la familia Santa Cruz y su proyecto social basado en el reciclado de materiales como las botellas, mediante el que habían sido galardonados por solucionar nada menos que el tema habitacional de un buen número de personas. Hacia allí nos dirigimos y en la Casa de las Botellas fuímos recibidos nada menos que por el dueño, quien con amabilidad suprema desgranó los orígenes del proyecto, basado en el ingenio que se agudiza con la necesidad.

La crisis económica y social del año 2001 constituyó un punto de quiebre para muchos argentinos; Puerto Iguazú no fue la excepción y las personas que vivían de un oficio, como Alfredo Santa Cruz, se vieron en la disyuntiva de salir a recolectar residuos reciclables para vender y así llevar alimento a sus familias. En este contexto angustiante la hija mayor le pidió a su progenitor una casita de muñecas y Alfredo no tenía otros materiales a mano que las botellas de plástico que recolectaba. Así, con paciencia e imaginación, imaginó una manera de ensamblaje e hizo realidad el sueño de su hija; a esta primera experiencia siguieron otras, siempre empleando materiales que otros desechaban, y la familia comenzó a elaborar juguetes, lámparas, sillones, muebles y todo aquello que el ingenio puede concebir empleando como material residuos reciclables.

A modo de ejemplo, la fotografía tomada por Juan ilustra la increíble metamorfosis de las botellas en muebles aptos para el empleo cotidiano: la cama está armada con 200 botellas, que también constituyen la base para el sillón, en tanto que las paredes también han sido levantadas con residuos plásticos mientras los techos fueron diseñados en base a cartones de tetrapack. Alfredo nos enseñó que resulta posible instalar electricidad y agua, a punto tal que con su asesoramiento se han construído unas 70 viviendas con esta técnica; de hecho, ha impartido talleres en varios países y ha sido entrevistado por otros tantos periodistas aquí, en este espacio propio nacido de su perspicacia y lucidez a partir de la necesidad amorosa de cumplir el sueño de su hija.

Minas de Wanda, ruinas de San Ignacio, el Jardín de los Picaflores

26 Miércoles Sep 2018

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Jardín de los Picaflores, minas de Wanda, misiones, ruinas de San Ignacio

La provincia de Misiones se encuentra ubicada sobre el Macizo de Brasilia, zona constituída geológicamente por uno de los mayores basaltos del mundo, formado hace 150 millones de años. La tierra arrojó grandes cantidades de lava que, al enfriarse, aprisionó gas que fue formando una roca conocida como basalto constituído en su mayor parte por hierro, que a la vez que dota de color rojo a la tierra también origina con el paso del tiempo formaciones de piedras preciosas.

La ciudad de Wanda se encuentra situada a 40 kilómetros de Puerto Iguazú y fue fundada en 1934 por inmigrantes, en su mayoría de origen polaco. Dicen que debe su nombre a una princesa polaca de gran belleza, quien vivía en la ciudad de Cracovia y prefirió arrojarse al río Vístula antes de aceptar contraer matrimonio con el príncipe heredero al trono alemán. Pródigo en yerbatales y madera, el pueblo prosperó de la mano de Otto Bemberg, el creador de la cerveza Quilmes; en el año 1940 el terrateniente consideró que ya no eran rentables las explotaciones e indemnizó a sus empleados entregándoles tierras en lugar de dinero.

El encargado, Víctor Enebelo, fue compensado con 40 hectáreas de terreno agreste: su esposa Amalia y sus diez hijos se dieron a la tarea de limpiar el lugar y en este cometido encontraron piedras blancas y relucientes que vendían a la vera de la ruta a los turistas que visitaban Iguazú. Con el tiempo Higinio Enebelo emigró a estudiar a Brasil y luego trabajó en Minas Gerais, región fecunda en tierras preciosas; cuando regresó al hogar filial encontró que su madre se había cortado al lavar en el río con una piedra de extraña belleza que luego trasladó a su casa. Y el hijo no tuvo dudas habida cuenta de su experiencia en Minas Gerais: Amalia había encontrado una gema en el lecho fluvial.

Pero la explotación no era fácil por cuanto se requería la aprobación gubernamental, así que la familia decidió vender parte de sus bienes para obtener el permiso pertinente, que se plasmó finalmente en el año 1977. Y con el tiempo debieron adaptarse a las normas que prohíben la minería a cielo abierto, por ende los visitantes pueden transitar por algunos de los túneles que guardan, embutidas en la tierra colorada, cuarzos blancos y brillantes y amatistas que refulgen en tonos violetas, luego transformadas por la mano del hombre en piezas de joyería que constituyen un recuerdo del paso por esta bendita tierra.

Ruinas de San Ignacio

Una vez concluída la visita a las minas de Wanda, el autobús siguió viaje por la ruta 12 rumbo al pueblo donde se emplazan las ruinas de San Ignacio Miní, vestigio de las misiones jesuíticas radicadas en territorio argentino.

Declaradas Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1984, fueron fundadas por el jesuita Roque Gonzalez de Santa Cruz con el remanido objeto de evangelizar a los nativos. Fue la primera misión que se asentó en la zona conocida por los españoles como La Pinería por la abundante cantidad de pino Paraná que crecía en el territorio, pero los jesuitas no eran novatos por cuanto desde 1554 habían procurado establecerse con suerte diversa, ya que a los recelos de la corona española se adunaba el acoso de los bandeirantes, quienes respondían a los intereses de la corona portuguesa y procuraban capturar a los indígenas para venderlos como esclavos.

De hecho, en el año 1696 la población debió trasladarse hacia el oeste precisamente por el asedio portugués, y al promediar el siglo XVIII contaba con más de 3000 habitantes y una intensa actividad artesanal y comercial, que se optimizaban porque la proximidad del río Paraná facilitaba el comercio con otras zonas. Lejos de procurar erradicar las costumbres nativas, los jesuitas introdujeron las enseñanzas evangélicas sin represión, procurando incluirlas en la organización social establecida mediante lazos cercanos con los caciques, que integraban un consejo asesor.

La vida de la misión, cuyo trazado fue cuidadosamente delineado por los jesuitas, se desarrollaba en torno a la plaza de armas donde tenían lugar los acontecimientos más importantes y desembocaba en el templo mayor, construído en piedra tallada de estilo barroco cuyo pórtico aún se encuentra en pie. Alrededor de la plaza se encontraban cabildo, hospital, colegio, talleres, almacenes y viviendas de los religiosos y de los nativos. Las columnas del templo dan cuenta precisamente de la fusión entre el arte indígena, influenciado por el marco esplendoroso de la naturaleza y las directivas de los jesuitas en cuanto a estilo y diseño.

Los historiadores dan cuenta del recelo de las cortes española y portuguesa respecto del avance social y tecnológico alcanzado por los guaraníes en las misiones jesuíticas: la destreza de herreros, maestros plateros y artesanos generó intrigas y codicia alrededor de los religiosos, que por añadidura no reconocían otra autoridad que la del Papa. Fue Carlos III quien en 1768 ordenó su expulsión bajo la acusación de organizar un ejército propio para crear un estado independiente bajo dominio jesuita, empleando las fuerzas indígenas a tal fin

La decadencia de las misiones resultó el correlato de la expulsión porque otros religiosos como dominicos y franciscanos fueron los encargados de suceder a los jesuitas con una impronta diametralmente opuesta; San Ignacio cayó en el olvido y la selva cubrió la otrora próspera misión, redescubierta por el escritor Leopoldo Lugones y el uruguayo Horacio Quiroga oficiando como fotógrafo en el año 1903. Recorrer el perímetro de las ruinas y el museo demanda aproximadamente tres horas y resulta un apasionante viaje en el tiempo de la mano de guías autóctonos como Carlos, quien nos remontó a aquellos tiempos mediante su narración puntillosa y apasionada.

Jardín de los Picaflores

Los guaraníes, como tantas otras cosmovisiones, consideraban a la muerte como un tránsito para el alma, que abandonaba el cuerpo físico y se ocultaba en una flor aguardando la llegada del mainimbú, como llamaban al pequeño pájaro conocido como colibrí o picaflor, que habría de conducirla al paraíso.

También creían en el origen divino del picaflor, emparentado de alguna manera con seres mágicos. No resulta extraña la asociación por cuanto la diminuta ave es el pájaro más pequeño que se conoce y su delicadeza lo torna semejante a una criatura feérica. El nido, del tamaño de una nuez, aloja pichones que poco a poco aprenden a batir las alas de manera tal que casi no se divisan mientras se alimentan de las flores, con el cuerpo que parece suspendido en el aire.

La potencia del batido de las alas demanda gran esfuerzo a las aves ya que alcanzan la cifra de 80 aleteos por segundo, un gasto de energía descomunal para su mínimo tamaño, de ahí que los atraiga el néctar de las flores y el agua azucarada. En el norte de Puerto Iguazú existe un jardín particular que puede visitarse, un espacio pequeño donde sus dueños son acompañados desde hace más de 25 años por varias especies de colibríes que se alimentan de flores y frutos y consumen el agua de bebederos coloridos que penden de los árboles.

El jardín se encuentra acondicionado para contemplar, con asombro y en silencio, el magnífico espectáculo que ofrece la naturaleza: fugaces y encantadoras apariciones de colibríes de todos los colores que se desplazan entre los árboles mientras buscan flores para libar, picotean mínimos trozos de fruta y se detienen a beber agua, una y otra vez.

Parque Nacional Iguazú, la Garganta del Diablo, el Circuito Inferior

21 Viernes Sep 2018

Posted by bellaespiritu in Tierras cercanas

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circuito inferior, circuito superior, Garganta del Diablo, isla Martín García, Parque Nacional Iguazú

Los guaraníes bautizaron al río agua grande, I-Guazú en su idioma originario. Durante su curso se fusiona con el Paraná y alcanza 1500 metros de ancho, que desembocan en un barranco de lava que se formó hace nada menos que 120 millones de años, dando origen a las formidables cataratas del mismo nombre.

Por allí navegaba Alvar Núñez Cabeza de Vaca en el año 1542, entre el océano Atlántico y Asunción del Paraguay, cuando el sonido atronador de los saltos de agua atrajo su atención; el español siguió su camino pero antes bautizó a las cataratas como Saltos de Santa María. Con el correr del tiempo los indígenas de la zona o Mbyá-Guaraníes fueron evangelizados por los jesuitas, luego expulsados de la región por la corona española en 1768, que habitaron conjuntamente con los pueblos originarios la zona que hoy comprende el Parque Nacional Iguazú. Un siglo después, con el proceso de federalización del interior del país, el gobierno vendió a un particular grandes extensiones de tierras, que en definitiva quedaron en manos de Gregorio Lezama.

El flamante propietario promovió la llegada de científicos alemanes que buscaban tierras para colonizar, entre los que se encontraba Jordan Hummel. Siete años después consideró que este territorio perdido no era demasiado valioso y lo remató en subasta pública; el anuncio hacía alusión a “un bloque de selva que linda con varios saltos de agua”. El adquirente, Domingo Ayarragaray, tuvo una visión más amplia en cuanto a las posibilidades de explotación turística e inauguró el primer hotel promocionando recorridos por los saltos; también se dedicó a expoliar la selva talando árboles que generaron una próspera industria maderera. Jordan Hummel, impresionado por la belleza de Misiones, había vuelto para realizar un nuevo recorrido desde territorio brasileño y promover desde allí el turismo dadas las dificultades que representaba transitar por la impenetrable selva argentina.

Durante 1901 Puerto Iguazú recibe a los primeros turistas, entre los que se encontraba Victoria Aguirre. La falta de caminos y la exuberante naturaleza frustraron la llegada a las cataratas, pero la dama, impactada ante este despliegue selvático, donó la suma de 3000 pesos para la construcción de un camino que posibilitara el acceso; la obra culminó al año siguiente y la llegada de los visitantes delineó el trazado actual de la ciudad de Puerto Iguazú. Ese mismo año el arquitecto francés Carlos Thays presentó el primer proyecto de creación de un parque nacional.

Finalmente durante el gobierno de Hipólito Irigoyen el estado recuperó las tierras que se incorporaron al patrimonio nacional, y en 1934 se creó el Parque Nacional Iguazú, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1984. En sus 67000 hectáreas se encuentra una de las siete maravillas naturales del mundo: las Cataratas del Iguazú, rodeadas de la Mata Atlántica o selva subtropical que las contiene. El paseo por el Parque permite observar algunas de las especies de aves que se desplazan entre los árboles así como coloridas mariposas y mansas lagartijas: la prodigalidad de la naturaleza se aprecia en sus propios ciclos y en todo su esplendor.

La Garganta del Diablo

Ingresamos al Parque Nacional Iguazú en un día de sol radiante y el follaje de la selva parecía relucir pese a la intervención humana. Un trayecto corto para llegar a la Estación del Tren de la Selva nos conduce al Circuito Superior, donde el recorrido permite apreciar el ambiente natural y percibir los sonidos de las especies que habitan la Mata Atlántica. Quince minutos después se arriba a la Estación Garganta del Diablo, donde el guía nos recomienda realizar la caminata por las pasarelas sin detenernos demasiado hasta arribar al ansiado destino: la poderosa cascada que aguarda al final del río, poco más de un kilómetro más allá.

El sol durante el paseo permite apreciar en forma permanente un arco iris, fenómeno que dio origen a la leyenda guaraní a la que debe su nombre el descomunal salto que quita la respiración aún cuando, en mi caso, ya había sido contemplado en dos oportunidades. El agua que irrumpe, soberana, levantando una niebla entre la que se desplazan los vencejos y atronando con su poderío a los hipnotizados visitantes era una fuerza misteriosa para los habitantes originarios, que encontraron en la historia de Tarobá y Naipí una razón metafísica para semejante despliegue.

El río I-Guazú era la morada de la descomunal serpiente Mboí, hija del dios del trueno Tupá, que requería una vez al año del sacrificio de una bella joven para evitar que su ira arrasara con la tribu. Cuando la elegida fue Naipí, el cacique Tarobá se enamoró perdidamente de la misma y decidió raptar a la futura víctima, procurando escapar en su canoa por la noche y burlar así las exigencias de Mboí. Pero no era tan fácil huir frente a la atenta sierpe, que enfurecida ante semejante afrenta encorvó su lomo partiendo el río formando de esta manera las cataratas y, especialmente, la descomunal Garganta del Diablo.

Como resulta previsible ambos murieron al despeñarse entre las aguas, pero la vengativa Mboí percibió que el amor podía superar aún a la muerte y transformó a Naipí en cascada y a Tarobá en vegetación para que no pudieran unirse en modo alguno. Sin embargo, la enome muralla de agua que supera los 80 metros de altura, visible en todo su esplendor desde territorio argentino, se fusiona con el verde mediante el arco iris que emerge con los rayos del sol y da cuenta del fracaso de la serpiente.

El Circuito Inferior

Una vez más abordamos el Tren de la Selva para dirigirnos a la Estación Cataratas y adentrarnos en el Circuito Inferior, un recorrido circular de 1700 metros que permite acceder a ocho miradores desde los que se contemplan los saltos por debajo, en un ambiente impregnado por el aire húmedo y los sonidos de la selva.

Si las condiciones del río lo permiten, es posible abordar una lancha para desembarcar en la isla San Martín, donde el recorrido es escarpado y demanda un par de horas de trayecto dificultoso. La isla permite contemplar desde una ventana natural la Garganta del Diablo y los saltos que se encuentran en territorio brasilero; esta vez no era posible el descenso así que emprendimos el recorrido a pie, con obligatorias paradas en cada mirador debido al espectáculo inolvidable proporcionado por las cascadas que se avistan.

Los saltos Dos Hermanas, Chico, Ramírez y San Martín resultan el preludio del impresionante salto Bossetti, desde allí se va bordeando el río iguazú hasta arribar al cañón desde el que se alza, imponente, la Garganta del Diablo. Al emprender el regreso por la parte inferior del río aguardan, aún, más cascadas como Alvar Nuñez y Elenita: el rocío que producen las caídas de agua configura una caricia para la piel entre el estruendo de las aguas. Resulta difícil transmitir la intensa sensación que produce en el visitante la contemplación de semejante despliegue de soberanía natural; ayer, hoy y siempre las Cataratas del Iguazú deslumbran a quien tiene la gracia de pararse frente a su belleza, una y otra vez.

Todas las fotografías resultan mérito exclusivo de Juan.

En Puerto Iguazú, la postal brasileña, Parque das Aves

16 Domingo Sep 2018

Posted by bellaespiritu in Tierras cercanas, Tierras lejanas

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Cataratas del Iguazú, Parque das aves, Parque Nacional do Iguaçu, Puerto Iguazú

El avión aterrizó abriéndose paso en un cielo despejado y reluciente que contrastaba de manera drástica con el paisaje que habíamos dejado atrás: mientras nuestra ciudad atlántica despertaba brumosa y helada y Buenos Aires caía con toda su espesa humedad sobre sus agitados habitantes, Puerto Iguazú era un remanso soleado y límpido en el que la temperatura prometía no menos de 25 grados para los días subsiguientes.

Puerto Iguazú es una ciudad pequeña situada en el extremo nordeste de la provincia de Misiones, cuyo desarrollo se encuentra signado por los 17 kilómetros que la separan de los impresionantes saltos de agua que conforman las Cataratas del Iguazú. Los ríos Paraná e Iguazú se fusionan en este punto geográfico y conforman tres costas diversas, cada una con características peculiares debido a que pertenecen a países distintos y dan origen a la llamada Triple Frontera: Puerto Iguazú, Foz do Iguaçu y Ciudad del Este conforman el trío de ciudades pertenecientes a Argentina, Brasil y Paraguay respectivamente, en las que la proximidad de una con las otras determina destinos distintos pero definitivamente entrelazados.

El guía nos recibe en el aeropuerto y las puertas del Boutique Hotel de la Fonte, cercano al centro pero lo suficientemente retirado como para permitirnos escuchar sonidos como el canto de los pájaros y el repiqueteo del agua de la fuente que preside el ingreso, se abren a nuestra llegada. Después de desempacar y acomodarnos en la enorme habitación que nos han reservado, almorzarmos tardíamente al costado de la piscina antes de emprender una caminata hasta el punto geográfico más característico de la ciudad: el Hito de las Tres Fronteras.

El Paraná y el Iguazú se entrelazan sin prisa frente al monumento donde confluyen las tres banderas; a poco de contemplar el paso de las aguas se advierte el tinte rojizo debido al altísimo contenido de minerales ricos en hierro que determinan la composición de la tierra y su excepcional fertilidad. La provincia de Misiones ha logrado conservar parte del ecosistema conocido como Mata Atlántica, cuya riqueza y diversidad se asemejaban a la selva amazónica; la tala indiscriminada y la deforestación han hecho estragos en esta zona verde del planeta, a punto tal que sólo el 7 por ciento ha sobrevivido a su mayor depredador: el ser humano.

Al regresar al hotel cenamos en el restaurante De La Fonte cuyo propietario es también el alma mater del hospedaje. Italiano de nacimiento y misionero por adopción, Matteo Lagostena emplea su propia técnica a la que denomina “compresión de sabores”, una fusión entre las tradiciones italiana y francesa que genera como resultado platos sabrosos y originales. El postre, que compartimos por el mero placer de la gula, fue un helado acompañado por chocolate blanco rallado y flan de mascarpone: sencillamente exquisito.

La postal brasileña

En este contexto pletórico de naturaleza se encuentra una de las maravillas naturales más imponentes del planeta conformadas por el río Iguazú: las cataratas del mismo nombre. Las visitas se estructuran en dos recorridos determinados por los países que las contienen en los parques nacionales unidos por el río: Parque Nacional do Iguaçu creado en 1939 en Brasil y Parque Nacional Iguazú creado en 1934, en territorio argentino. La flora y fauna contenida en este territorio dominado por el color verde de la vegetación se encuentra en peligro de extinción, de ahí las precauciones para proteger el área de los parques y la prohibición, no siempre acatada, de alimentar a los animales y de trasladar alguna de las plantas o flores que se despliegan en todo su esplendor.

Al otro día nos despertamos muy temprano para desayunar con tiempo antes de emprender el recorrido por el Parque Nacional do Iguaçu, que contiene un tramo perteneciente a Brasil desde el que se obtiene una vista panorámica descomunal de las cataratas. Es la tercera visita que realizo a esta zona bendita y el espectáculo sigue siendo tan intenso como la primera vez; no obstante, le advierto a Juan que debuta en su recorrido por estas tierras que Brasil proporciona sólo una postal, fabulosa por cierto, de los descomunales saltos de agua.

El paseo es amable por cuanto está constituído por una sola pasarela que atraviesa el parque en un único sentido; hay algunas escaleras que pueden dificultar el acceso pero no resulta agotador ni arduo y la temperatura acompaña en esta época del año. Los miradores permiten apreciar casi la totalidad de los saltos y allí, donde se levanta una bruma entre la que se desplazan con gracia los vencejos se adivina la presencia formidable del salto entre los saltos: la Garganta del Diablo.

El mirador finaliza el recorrido en un ascensor panorámico que puede ser abordado por aquellos que resisten caminar el tramo que resta entre subidas y bajadas; nosotros escogemos esta última opción y somos acompañados el resto del camino por los coatíes, simpáticos mamíferos que habitan todos los rincones del parque cuyo nombre en guaraní remite a la característica nariz alargada que les es propia.

Parque das Aves

Antes de retornar al sector argentino visitamos el Parque das Aves, un emprendimiento privado de rescate y conservación de aves autóctonas emplazado en Brasil que alberga más de 1300 animales entre papagayos, tucanes, reptiles, grullas y hasta una anaconda que se desplaza lenta ante la mirada atenta de los visitantes.

El espacio fue inaugurado en 1994 por Dennis y Ana Croukamp, empresario y veterinaria respectivamente, quienes se trasladaron desde África hasta Brasil donde adquirieron 16 hectáreas de bosque subtropical. El objetivo, instalar un parque de rescate y conservación de aves, requería desmontar toda especie arbórea invasora y plantar cientos de árboles nativos que habían sido talados. Las primeras aves arribaron desde zoológicos y también desde casas de familias que las habían adoptado como mascotas y ya no podían hacerse cargo; poco a poco se fueron integrando especies en peligro de extinción o vulnerables por el tráfico o por la falta de hábitat natural debido al avance del hombre.

A poco de ingresar en la entrada se avista un lago artificial en el que abundan los peces y más de 40 ejemplares de flamencos; en el Vivero del Bosque conviven urracas, tucanes y tordos que se desplazan por las copas de los árboles. Los diversos sectores se encuentran cuidadosamente separados por puertas metálicas para evitar el desplazamiento de las especies ya que el parque cuenta con ejemplares bravos como las arpías, el ave de rapiña más fuerte que existe y que se encuentra en peligro de extinción, habiéndose logrado la reproducción en sucesivas oportunidades.

La devastación del bosque y el tráfico indiscriminado han generado emprendimientos como este parque que, paradójicamente, procura restaurar un orden natural que ya ha sido alterado. Pese al cuidado y esfuerzo de la administración del lugar en relación al bienestar de los animales nos vamos del lugar con un sentimiento ambivalente, porque en definitiva el hábitat natural de estas especies debería ser la Mata Atlántica a la que pertenecen sin necesidad de intervención alguna, en plena libertad.

Siberianos de Fuego, almuerzo en el lago Fagnano, Casa Beban

03 Sábado Jun 2017

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Casa Beban, Casa Pena, lago Fagnano, Siberianos de Fuego, Ushuaia

Las fotografías tomadas por Juan en el extremo sur del país rememoran, una vez más, el inolvidable viaje por Ushuaia. Entre los recuerdos de nuestros últimos días en la isla austral se encuentra la visita a Siberianos de Fuego, el criadero en el que conviven más de 100 perros de esta raza, con los cuidados especiales que cada uno requiere.

Siberianos de Fuego es un emprendimiento de la familia Flores y sus miembros se ocupan personalmente de la atención y el adiestramiento de estos hermosos perros originarios de la estepa rusa. Son animales nobles y cariñosos en los que se advierte a simple vista el afecto que tienen por sus cuidadores: apenas nos acercamos rivalizan en saltos, aullidos y gestos para recibir tanto la caricia de nuestro guía como las efusivas demostraciones de amor de los visitantes.

La cabaña en la que se emplaza la administración es un sitio acogedor en el que se disponen bancos cubiertos con mantas alrededor de una estufa a leña; con una taza de té o café en la mano los turistas conocen los 24 años de historia del lugar, el origen de los perros así como sus condiciones de vida y el ejercicio físico que deben realizar a diario conjuntamente con sus cuidadores, ya que la raza requiere de este entrenamiento ancestral propio de las zonas inhóspitas de las que proviene.

Hay tanto Siberian como Alaskan huskies; los primeros son más livianos e independientes, los últimos más fuertes y resistentes. Han ganado las carreras más importantes en el país y en el exterior pero compiten hasta que llegan a los 10 años de edad; luego residen con sus semejantes en el criadero hasta que abandonan su cuerpo físico, rodeados de afecto y cuidados.

Vimos cachorros y perros ya ancianos, algunos en el mismo hábitat y otros separados del resto, como un hermoso husky de ocho meses que ya había accedido a espacio propio por haber alcanzado casi el doble del tamaño de sus hermanos debido a la voracidad con que se alimentaba en desmedro de los más pequeños. Absolutamente cariñoso y adorable, estaba en proceso de adiestramiento como perro guía y aullaba cada vez que nos acercábamos: había aprendido que así lograba más atención que otros ejemplares más tímidos.

A Siberianos de Fuego también llegan algunos ejemplares que languidecen en las ciudades hasta que sus familias se dan cuenta que requieren de espacio, ejercicio físico cotidiano y temperaturas frías: algunos necesitan paciencia y tiempo para recuperar músculos atrofiados y la independencia propia de la raza, pero el cariño y la dedicación obran milagros. Una larga serie de aullidos nos despide antes de emprender el regreso: el pequeño guía reclama, una vez más, toda la atención para sí mismo.

Almuerzo en el lago Fagnano

Los onas, habitantes originarios de Tierra del Fuego, llamaron Khami a esta maravilla lacustre, que en su lengua significaba Agua Grande. Los colonos, siglos más tarde, lo bautizaron Fagnano en honor al religioso salesiano que ejerció el primer ministerio apostólico en la región; la calma naturaleza que lo circunda y complementa, seguramente, vibra con la nominación que recibió de aquellos sabios ancestros.

El lago reconoce su origen en los glaciares y desemboca en el Estrecho de Magallanes; sus 110 kilómetros de largo cubren una superficie total de 539 kilómetros cuadrados. Para llegar a estas orillas pedregosas atravesamos en un vehículo tipo 4×4 las proximidades del lago Escondido, ubicado al pie del Paso Garibaldi, el único portal fueguino que permite atravesar la Cordillera de los Andes. Después de un descenso para tomar fotografías que apenas logran captar la inconmensurable belleza del paisaje seguimos camino entre las lengas; lamentablemente en algunos tramos la acción del castor ha convertido en troncos secos la pujanza de los árboles.

El bosque patagónico y los picos nevados de las montañas resultan el marco perfecto para el inmenso Fagnano, que además concita el interés de los científicos porque año tras año se desplaza en sentido lateral en dirección este-oeste, unos cinco milímetros cada vez. Los expertos que han procurado encontrar el origen del fenómeno lo atribuyen a la línea imaginaria que marca la ubicación de una falla geológica entre las placas tectónicas Sudamericana y de Scotia, cuyos desplazamientos provocan el consiguiente movimiento de la masa lacustre.

Ajenos a todo ésto los visitantes que arribamos a la cabaña ubicada a orillas del lago recorrimos el pequeño embarcadero, caminamos entre las piedras que delimitan la orilla y disfrutamos de un almuerzo preparado en la parrilla exterior. Antes de partir tuvimos un convidado inesperado: el zorro patagónico, atraído por el aroma que flotaba en el aire, se acercó despreocupadamente a alimentarse ante nuestros ojos asombrados.

Casa Beban

Fortunato Beban arribó a Ushuaia desde Europa en la primera década del siglo XX. El comercio marítimo le fue propicio y su fortuna personal se multiplicó; entre 1911 y 1913 una construcción de madera y chapa que arribó desde Suecia en materiales que se ensamblaban dio origen a la primera vivienda de estilo que conoció el pequeño poblado que era Ushuaia en aquella época.

La casa, de 280 metros cuadrados y diseño europeo, fue el eje de las reuniones sociales y políticas de la época: ningún acontecimiento era considerado importante si no se llevaba a cabo entre sus paredes. Cuando su dueño falleció los descendientes la alquilaron y allí funcionó una clínica, el primer centro de medicina privada de Ushuaia. Con el tiempo también fue sede del hotel Las Goletas, así llamado por las embarcaciones que le dieron a Beban su riqueza y posición social; aquí también tuvieron lugar los eventos sociales más sonados de la ciudad.

La construcción fue vendida en los años ´90 y durante un período tuvo destino meramente comercial, ya que allí se instaló una empresa automotriz que vendía las unidades en este entorno peculiar. Pero el municipio de la ciudad comenzó una lenta tarea de recuperación del patrimonio histórico, entonces se emprendió el traslado previo desmontaje y la posterior instalación en el Paseo de las Rosas, donde hoy se emplaza. Enfrente se destaca la antigua Casa Pena, actualmente sede del Museo de la Ciudad, y en el medio de ambas la glorieta Graciela “Tati” Trebucq: tres joyas arquitectónicas que reflejan la historia de la ciudad.

Museo del Presidio, el Faro del Fin del Mundo, Proyecto Pingüino

21 Domingo May 2017

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faro de San Juan de Salvamento, faro del fin del mundo, museo del Presidio, museo Marítimo, Proyecto Pingüino, Ushuaia

El buque 1º de Mayo arribó a Ushuaia luego de una larga travesía en el mes de enero de 1896. A bordo, además de la tripulación, se encontraban 14 hombres cuyos antecedentes penales les habían valido el rótulo de reincidentes: éste fue el comienzo de la colonia carcelaria que se habilitó en la cárcel fueguina, en inclementes construcciones de madera y chapa.

Eran tierras inhóspitas, apenas ganadas a los indígenas y difíciles de poblar con ciudadanos comunes, acostumbrados a climas menos álgidos y comodidades relativas. Al poco tiempo arribaron 11 hombres y 9 mujeres, ex convictos que persistían en su modo de vida criminal; algunos por opción, otros, quizás, precisamente por falta de alternativas posibles.

Para los presos políticos existía una opción menos humanitaria, si así puede calificarse: la Isla de los Estados, aquella donde se erigía, en San Juan de Salvamento, el faro que inspiró a Julio Verne respecto de mundos y confines. Trasladada luego a Puerto Cook, finalmente en 1911 se decidió la radicación de esta cárcel en Ushuaia y así se fusionaron ambos penales: el Presidio Militar y la Cárcel de Reincidentes.

En 1902 comenzó la construcción definitiva del edificio, en el mismo sitio donde las casas de madera y chapa albergaban en el interior helado a los convictos, quienes erigieron con sus propias manos las paredes de la que sería su última morada. Ushuaia era por aquel entonces un caserío de poco más de 40 casas; a fines de 1920 el edificio, erigido con la arquitectura propia de un panóptico, contaba con cinco pabellones de 79 celdas unipersonales cada uno, pero con el tiempo la sobrepoblación carcelaria llegó a alojar a más de 600 penados.

La disciplina era más que estricta, con un sistema de trabajo mínimamente retribuído y enseñanza escolar. Los presos solicitaban ser incluidos en talleres para aprender un oficio o bien acceder al tren que los trasladaba a cortar leña en largas jornadas que se iniciaban muy temprano por la mañana, pero aseguraban una ración de comida y transcurrir en movimiento horas interminables que, en caso contrario, los confinaban a celdas gélidas. Las sanciones, que incluían el empleo de pesados grilletes en los pies y aislamiento solitario, bastaban para consumir la salud: la única vestimenta permitida era un traje rayado en tonos amarillo y negro, cuya magra tela era más que insuficiente para preservarlos de las temperaturas extremas. Por ello la sanción más cruel, la más temida, era la prohibición de trabajar.

Aquí fueron trasladados asesinos como Cayetano Santos Godino, conocido como el Petiso Orejudo, y también presos políticos como Néstor Aparicio y Arturo Benavídez. Simón Radowitzky, de origen ruso, era un joven anarquista de 18 años que cobró notoriedad al arrojar una bomba de fabricación casera contra el carruaje que trasladaba a Ramón Falcón, por entonces jefe de la policía federal, causándole la muerte en el año 1919. Del total de los 21 años en que estuvo confinado, la mitad los pasó en calabozo aislado; casi tuvo éxito en la evasión organizada conjuntamente con grupos anarquistas chilenos y argentinos, aunque finalmente fue capturado. Radowitzky lograría el indulto 21 años después conjutamente con su  destierro; aún así continuó la lucha política en España y más tarde en México, donde falleció en 1956.

La historia del presidio se encuentra directamente ligada al crecimiento y desarrollo de Ushuaia: los presos trazaron el muelle, las calles y la red de agua pública; durante los fines de semana, la banda de música que integraba tocando el bombo el mismísimo Petiso Orejudo desfilaba por el pueblo para entretener a los habitantes, siendo el único pasatiempo permitido a los confinados. Los excesos, los castigos crueles y las condiciones deplorables de vida determinaron la clausura del edificio en el año 1947: la visita guiada al museo constituye una manera de acercarse, desde la imaginación, a la historia que ha quedado guardada entre sus paredes.

El Faro del Fin del Mundo

Los piratas comandados por el sanguinario Kongre dominaban la Isla de los Estados, desde la que se dedicaban a saquear las embarcaciones que encallaban como consecuencia de la ferocidad de las aguas; el gobierno argentino, para controlar la situación, ordenó la construción de un faro custodiado por tres hombres: sólo el jefe Vazquez sobrevivirá al ataque de los corsarios e intentará rescatar el faro. La novela de Julio Verne daría a conocer al mundo la ubicación del faro de San Juan de Salvamento, única luz que veían los navegantes en las aguas de mar austral.

El faro fue construído en el año 1884 conjuntamente con una Subprefectura; ambos tenían la función de custodiar y guiar a los barcos que se aventuraban por el estrecho hacia el océano Pacífico. Las olas inmensas y las rocas podían convertirse en tumba para los navegantes, rescatados por guardafaros y marineros que residían de manera permanente en el islote remoto. Cada cuatro meses, estos trabajadores eran abastecidos de comestibles y medicamentos necesarios para subsistir.

Pero el faro, por su ubicación, no proporcionaba buena visibilidad y las nubes que se cernían sobre la isla bastaban para ocultarlo, entonces en el año 1901 se levantó otro faro en la isla Observatorio y el primero fue abandonado durante casi un siglo. En 1994 el navegante francés André Bronner, admirador de Julio Verne, llegó hasta la Isla de los Estados para ver con sus propios ojos al faro que inspiró al escritor. Con su impulso y la colaboración del gobierno francés, el gobierno de Ushuaia emprendió el traslado y la reconstrucción del faro del fin del mundo.

El rompehielos Almirante Irizar, al retornar de la Antártida, embarcó los restos del faro que fue reconstruído en base al relevamiento arqueológico previo y a los planos que elaboró en consecuencia el ingeniero Mirón Gonik. Finalmente la réplica fue inaugurada en el Museo Marítimo de Ushuaia en 1997; allí se puede conocer e imaginar la dura vida dura de los seis guardafaros y el rol que desempeñaron en el auxilio de los barcos, que de algún modo inspiraron a Julio Verne para concebir al personaje central de su famosa novela.

Proyecto Pingüino

Dentro del Museo Marítimo se encuentra un espacio dedicado al arte con una superficie de exposición de 300 metros cuadrados, en el que se suceden exposiciones y proyectos con una dinámica educativo-cultural integral y abierta a la comunidad. La muestra permanente Proyecto Pingüino, inaugurada en 2015 como una propuesta de tres años de extensión, concita la participación de artistas, fotógrafos, instituciones educativas y público en torno a estos representantes de la fauna fueguina.

Sin embargo, pese a la asociación que generalmente se establece entre estas aves y el clima extremo del hemisferio sur, en la exposición se puede acceder a información precisa al respecto: no todas las especies requieren de temperaturas frías y hasta hay algunas que necesitan regiones tropicales como el pingüino que habita en las Islas Galápagos, o bien climas templados como el magallánico o el originario de zonas africanas.

Se establecen en colonias donde arman sus nidos con pasto, ramas y barro o en cuevas protegidas debajo de arbustos, y el alimento varía según la región en que residan. Los pingüinos fueguinos se alimentan de sardinas y peces pequeños, en tanto que su pariente antártico consume crustáceos como el krill. Los investigadores emplean registradores colocados en el dorso con cinta a prueba de agua adherida a las plumas para medir sensores de profundidad y temperatura, que les permiten reconstruir sus perfiles de buceo así como establecer las costumbres alimentarias; los sensores son retirados al cabo de una o dos migraciones para recopilar esta valiosa información.

Este conocimiento es necesario para preservar el hábitat natural y establecer los factores que afectan supervivencia y hábitos reproductivos; de esta manera se establecen áreas protegidas tanto de la especie como del ecosistema que requieren para desarrollarse. Proyecto Pingüino apunta a difundir y generar conciencia respecto de la importancia del cuidado y preservación de estas simpáticas y peculiares aves, que integran desde tiempos remotos el paisaje fueguino.

La Cabaña del Martial, navegando el canal de Beagle, faro Les Éclaireurs

13 Sábado May 2017

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Cabaña del Martial, canal de Beagle, faro Les Éclaireurs, glaciar Martial, isla Bridges, Ushuaia

Luis Fernando Martial era francés y llegó a Ushuaia en 1883 desde Francia, para explorar la zona con perspectiva científica. El glaciar Martial rememora con su nombre al jefe de esta expedición, se encuentra a pocos kilómetros de la ciudad a la que abastece de agua potable y proporciona un panorama inolvidable desde sus más de 1.000 metros de altura. Se pueden realizar circuitos de trekking siempre que el hielo y la nieve no bloqueen algunos de los caminos más altos; nuestra intención, en esta oportunidad, no era deportiva sino gastronómica.

Al pie del glaciar se encuentra la villa de montaña llamada Cumbres del Martial, un complejo de doce cabañas emplazado en el medio del bosque desde el que se aprecia una vista increíble del canal de Beagle. Un sendero que parece de cuento, entre árboles cuyos troncos se encuentran vestidos de colores, conduce a otra cabaña ambientada como una casa, con sillones cómodos y mesas con manteles: la casa de té del Martial era nuestro destino final esa tarde, luego de instalarnos nuevamente en la ciudad de Ushuaia bastante pasado el mediodía.

María Salduna arribó a la ciudad del fin del mundo en el año 1983 para trabajar un año como maestra jardinera; con el tiempo fundó una familia y desarrolló el emprendimiento inaugurado como una casa de té que abría sólo los fines de semana, donde María elaboraba las tortas cuyo sabor fue ganando el paladar de fueguinos y turistas hasta convertirse en un clásico. Con el tiempo comenzó el servicio de restaurante donde se pueden degustar especialidades de la cocina patagónica y se inauguró un espacio donde adquirir para llevar tanto variedades de té como objetos de decoración y recuerdos.

Luego del almuerzo que en mi caso se redujo a una sopa de calabaza a efectos de probar alguna de las especialidades dulces que tentaban a los comensales desde las vitrinas, compartimos un exquisito crumble de frutos rojos mientras planificábamos los futuros lugares a recorrer en los días siguientes hasta nuestro regreso. Mientras nos retirábamos, arribaban sin tregua nuevos comensales para disfrutar del entorno privilegiado en el que se inserta la acogedora calidez de la Cabaña del Martial.

Navagando el canal de Beagle

Denominado canal Onashaga en lengua yagán, que significa “canal de los Onas”, como lo llamaron estos antiguos ancestros canoeros, actualmente recuerda con su nombre al barco británico HMS Beagle, que se encontraba realizando estudios científicos en estas costas remotas durante el año 1830. Su comandante Robert Fitz Roy envió en expedición de reconocimiento al teniente Murray, quien descubrió un paso estrecho cuya desembocadura culminaba en este canal, bautizado así en homenaje a la nave al mando de Fitz Roy.

Los catamaranes que parten desde el puerto de Ushuaia para navegar por las aguas azul cobalto que contrastan de manera sobrenatural con los picos nevados, realizan diversos viajes y avistajes según la época del año. En mayo sólo es factible realizar un circuito, así que a las 15.30 horas embarcamos en el Elisabetta I con la expectación que produce encontrarse surcando aguas a menos de 1.000 kilómetros de Antártida.

Desde la bahía se avista el perfil de la ciudad enmarcada por los montes Cinco Hermanos y Olivia; a medida que nos vamos alejando se habilita la salida a cubierta para contemplar la Isla de los Pájaros que se va delineando en el horizonte mientras el barco se acerca disminuyendo la velocidad: los cormoranes imperiales se desplazan indiferentes a las cámaras fotográficas de los visitantes, admirados por el despliegue de los únicos soberanos del lugar.

En la Isla de los Lobos hay leones marinos de tamaño considerable que hacen oir su voz mientras descansan bajo el cielo nublado; los cachorros han nacido a fin de año y algunos de ellos se aventuran en las aguas mientras otros se desplazan graciosamente entre las piedras buscando el calor de las hembras. El frío no impide continuar en cubierta cuando se reanuda el viaje, para procurar abarcar con la mirada sin éxito el maravilloso paisaje fueguino.

Thomas Bridges fue el primer europeo que habitó el canal de Beagle y la isla en la que desembarcamos para hacer una caminata se denomina Bridges en honor a su apellido. La temperatura es baja pero no hay demasiado viento; durante el recorrido por el sendero asoma un sol tibio que dota de un marco luminoso al paisaje. Las prevenciones son claras y específicas: no apartarse de la ruta trazada, no tocar la vegetación ni levantar siquiera un trozo pequeño de roca para preservar el patrimonio inconmensurable del lugar. El aire es tan limpio que procuro llenar los pulmones en toda su extensión para aprovechar al máximo los beneficios de esta pureza inusual.

Alicia era una de las hijas del reverendo Bridges, cuyo nombre se inmortaliza en la próxima isla donde una colonia de lobos marinos nos recibe con sus bramidos; en esta ocasión varios de ellos de corta edad se desplazan en las aguas mientras sus hermanos pequeños están agrupados unos junto a otros, como si posaran para las fotos. A medida que el catamarán ingresa en la profundidad del canal el frío se intensifica, pero nos dirigimos a cubierta aunque el viento arranque lágrimas de los ojos para contemplar a lo lejos la silueta del faro Les Éclaireurs.

El faro Les Éclaireurs

Las franjas rojas y blancas de la torre de 11 metros de alto se van haciendo más visibles a medida que el catamarán se acerca a esta torre erigida en uno de los promontorios del canal. Ha sido a veces confundido con la construcción que inspiró a Julio Verne la historia de aquel “faro del fin del mundo”; sin embargo, dicha torre se encontraba emplazada en la Isla de los Estados y fue el faro San Juan de Salvamento, cuyos restos se encuentran en el museo Marítimo y del Presidio de la isla.

Se torna difícil transmitir la sensación de encontrarse frente a esta construcción emblemática en forma personal, mientras el sonido que procuro captar es el de las olas golpeando contra el catamarán junto con el gorjeo de los pájaros que se desplazan por el cielo. Los tres metros de diámetro del faro se amplifican en la naturaleza: en soledad, su silueta se destaca inmóvil e indiferente a las contingencias climáticas que lo rodean.

El faro Les Éclaireurs (los exploradores, en lengua francesa) es como un gigante que vigila la bahía de Ushuaia, pero en realidad implica la frontera entre la civilización y los mares e hielos vírgenes. No se encuentra habitado y el pequeño islote en el que se emplaza lo eleva 22 metros sobre el nivel del mar, cuenta con una garita y la energía se obtiene de paneles solares; los cormoranes, ajenos a todo, sobrevuelan en una danza blanca los confines del canal.

El glaciar Perito Moreno, en El Chaltén, el Chorrillo del Salto

09 Martes May 2017

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Chorrillo del Salto, El Chaltén, glaciar Perito Moreno, Parque Nacional Los Glaciares

Nuestro guía nos pasa a buscar temprano por la mañana y empezamos a recorrer los 83 kilómetros que separan El Calafate del Parque Nacional Los Glaciares, hacia el sur, para visitar el ventisquero más imponente del planeta: el Perito Moreno. El Parque Nacional ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por UNESCO en el año 1981, ocupa una superficie total de 724.000 hectáreas y se encuentra en una zona de transición, donde conviven especies típicas del bosque con las características de la estepa patagónica.

A la luz del otoño, el bosque se despliega en tonos intensos que oscilan entre el amarillo dorado y el rojo ciruela, donde águilas moras y patos de los torrentes conviven con guanacos y huemules. Miles de años atrás, el paisaje estaba cubierto por glaciares que dieron forma a las montañas con su avance, al excavar valles entre las laderas rocosas. El cambio climático que fue reduciendo las superficies heladas debido al aumento de las temperaturas determinó la formación de grandes lagos y las laderas se cubrieron de bosques. Algunos grupos humanos de cazadores ocuparon estas tierras alimentándose de guanacos y empleaban para cazarlos rocas con las que confeccionaban armas; los vestigios de estos antepasados datan de 9.000 años atrás.

El glaciar Perito Moreno debe su nombre al científico y explorador argentino Francisco Pascasio Moreno, quien con 21 años llegó a la Patagonia en el año 1873 con el propósito de estudiar la geografía e historia de la región. Seducido por esta tierra solitaria, regresó una y otra vez en varias expediciones hasta que en el año 1896 debido a sus conocimientos fue designado perito de la comisión limítrofe entre Argentina y Chile. Gracias a su solvencia académica, Argentina logró retener 1800 leguas cuadradas de tierra; su dedicación a esta región del país se reconoce en el nombre del glaciar, bautizado de esta manera en su honor.

A medida que el bosque se hace más intenso en la costa del lago Argentino, la presencia del glaciar puede insinuarse en algún estruendo provocado por un proceso de ruptura que dará lugar a témpanos de hielo de tamaño diverso, según la magnitud del fenómeno. El glaciar, en constante e imperceptible movimiento, en algún momento llega a tapar la corriente de agua llamada Brazo Rico del lago Argentino, que va a elevar su nivel y así generar una presión considerable sobre la enorme masa de hielo formando un arco natural. Con el paso del tiempo y la pérdida gradual de masa el arco se irá debilitando, hasta que el resquebrajamiento provocará la caída sobre la superficie del agua con un estruendo que se amplifica con el eco que se produce entre las montañas: el espectáculo atrae en la época en que se produce a miles de turistas.

En nuestro caso, al girar por la llamada Curva de los Suspiros nos encontramos con una vista que enmudece a los visitantes: la increíble superficie cubierta de hielo se extiende hasta el horizonte, fundiéndose con las montañas nevadas. Es difícil describir lo indescriptible, porque el glaciar tiene la superficie aproximada de la ciudad de Buenos Aires, un frente que mide 5 kilómetros y unos 60 metros de altura sobre el nivel del agua: literalmente, deja sin palabras a quien lo contempla.

Antes de emprender la caminata por las pasarelas que lo circundan abordamos un catamarán que nos traslada hasta las cercanías de la pared sur: el frío no impide el traslado a cubierta para contemplar los colores plata y azul del glaciar, cuya inmensa superficie se asemeja por la forma a una fantástica ciudad de hielo. Aproximadamente durante una hora el catamarán se desplaza por las aguas heladas frente a este espectacular despliegue de belleza natural; después, durante más de dos horas recorreremos las pasarelas para contemplarlo desde tierra, respetuosamente, una y otra vez.

El Chaltén

El Chaltén es una pequeña villa que se encuentra en el Parque Nacional Los Glaciares a la que se accede por vía terrestre desde El Calafate, distante algo más de 200 kilómetros. Salimos temprano por la mañana y con una parada intermedia en La Leona, histórico paraje por el que anduvo nada menos que el perito Francisco Moreno siendo atacado por una hembra de puma o leona patagónica, seguimos viaje hasta la entrada al Parque Nacional.

La guardaparque es amable en sus explicaciones pero específica respecto del cuidado y respeto hacia la naturaleza que los visitantes deben ejercer en cada acción que desarrollen; una vez que nos instruyen acerca de los senderos que podemos recorrer, la dificultad que presenta cada uno y el tiempo aproximado entre ida y vuelta para aquellos que regresamos el mismo día, nos entregan un mapa y nos dan vía libre hasta las 18 horas.

Ya es casi mediodía y recorremos el pequeño pueblo por su calle principal; en temporada baja muchos comercios se encuentran cerrados pero encontramos un acogedor lugar para tomar un café y comer un alfajor antes de comenzar nuestro recorrido. En Chalteños su dueño nos recibe cordialmente y nos cuenta que la villa comenzó a crecer de la mano del asfalto de la carretera desde El Calafate siete años atrás: a partir de ese momento turistas de todo el mundo comenzaron a arribar atraídos por la naturaleza, los deportes como trekking y alpinismo y el aire puro que se respira en el lugar. Los servicios debieron multiplicarse y así fueron llegando a El Chaltén nuevos pobladores, atraídos por la incipiente pujanza que hoy resulta evidente.

El pueblo se encuentra circundado por el río de las Vueltas y custodiado por la silueta maciza del monte Fitz Roy o Chaltén, como lo llamaban los habitantes originarios: en lengua tehuelche significa “montaña que humea” debido a las nubes que rodean la cumbre. Con sus poco más de 3.400 metros constituye un desafío para los escaladores debido a la dificultad extrema de su topografía, porque el viento incesante que azota las lajas casi verticales de sus paredes se ha cobrado más de una vida. Pero nosotros haremos un recorrido corto y mucho menos riesgoso, bordeando el río de las Vueltas hasta arribar luego de una caminata de tres kilómetros a una cascada escondida en el bosque. mientras espiamos el Fitz Roy cada vez que se deja ver en el cielo que se va despejando.

El Chorrillo del Salto

El sendero comienza a las afueras del pueblo, bordeando el río de las Vueltas para adentrarse en un bosque de tonos verdosos matizado por la sinfonía de colores del otoño. El aire es puro y limpio e invita a profundizar la respiración, hay puentes sobre el agua que parecen de cuento de hadas y una vista fabulosa producto del contraste entre el río y las montañas. Y en el medio del silencio se percibe el rumor del agua y del bosque, como un mantra.

El Chorrillo del Salto es una cascada, cuyo origen se debe a una laguna que al bajar por las montañas nevadas y toparse con una depresión natural configura una pequeña catarata de agua helada que se derrama sobre la vegetación colorida, conformando un remanso de paz sólo interrumpida por las voces de los visitantes. Las rocas del entorno invitan a tomar asiento, beber agua para paliar la sed motivada por el recorrido y luego emprender el regreso sin prisa por los acogedores senderos del bosque.

Tres horas después de comenzar el recorrido arribamos al pueblo, con tiempo suficiente para almorzar y, antes de dirigirnos a la terminal para abordar el autobús de regreso, visitar la pequeña Capilla de los Exploradores, erigida frente a la pared de roca conocida como “mirador de los cóndores”. Lamentablemente se encontraba cerrada, pero frente al pequeño templo cumplí la petición de Adriana: formular una oración en su nombre. Y mientras contemplaba la majestuosidad de la montaña, el mismo día en que mi papá hubiera cumplido 84 años, elevé una plegaria a su querida memoria.

La antigua Casa de Gobierno, el Museo del Fin del Mundo, en El Calafate

05 Viernes May 2017

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Casa de Gobierno, El Calafate, hotel Mirador del Lago, Museo del Fin del Mundo, Ushuaia

La antigua Casa de Gobierno de Ushuaia fue construída en el año 1891 y hoy, a partir del 18 de mayo de 2008, constituye un espacio anexo del Museo del Fin del Mundo con funciones de centro histórico-cultural. En sus primeros tiempos fue residencia de gobernadores y luego sede del entonces Territorio Nacional de Tierra del Fuego hasta 1955, durante un par de años se destinó al gobierno municipal y, a partir del comienzo de la dictadura en 1976, cuartel de la policía territorial. Con el advenimiento de la democracia en 1983 se constituyó en sede de la Legislatura y fue declarada Monumento Histórico Nacional.

La historia de Ushuaia se despliega en los salones de la residencia, y el devenir de esta ciudad está indisolublemente ligado al presidio que funcionó desde 1904 hasta 1947. Allí el visitante se puede familiarizar con la historia de los presos más emblemáticos como Cayetano Santos Godino, conocido como el Petiso Orejudo, quien fue sometido en la cárcel a una cirugía estética de sus orejas, porque la impronta lombrosiana que respetaban los estudiosos del derecho penal los había hecho concluir que su forma y tamaño eran determinantes para la maldad y peligrosidad del recluso.

Un almacén de ramos generales de mediados del siglo XX recrea las costumbres de los parroquianos del poblado en aquella época, así como los restos del naufragio del barco Monte Cervantes en enero de 1930 dan cuenta de las duras condiciones de la navegación en los barcos que se aventuraban por estas costas. El curioso trazado disímil de los accidentes geográficos desde el siglo XVI hasta el más cercano siglo XIX se pueden contemplar en la sala de cartografía, con documentos que resultan increíbles debido a las concepciones de cada época.

Finalmente, el salón central conserva la impronta del recinto de sesiones legislativas con los muebles de madera cuidadosamente exhibidos sobre los pisos originales. La estructura de la antigua Casa de Gobierno, de tipo ballon frame, con el montaje de tablas de madera que se unen mediante clavos y un revestimiento exterior de asbesto y cemento al que se aduna la chapa ondulada de zinc, es un exponente típico de la arquitectura local. Conviene destinar un par de horas a recorrer su interior despacio, deteniéndose en cada detalle, para imaginar el devenir histórico que encierran sus paredes; a mayor abundamiento, en algunos meses del año la entrada es libre y gratuita.

El Museo del Fin del Mundo

Cada 18 de mayo, la comunidad internacional celebra el Día Internacional de los Museos. En esta fecha, en el año 1979, fue inaugurado el antiguo edificio donde se emplazaba el Banco de la Nación Argentina como Museo Territorial; en 1990 fue rebautizado con el nombre que ostenta actualmente. La construcción se encuentra directamente ligada a la historia fueguina, porque fueron los reclusos del penal, en el año 1903, quienes tuvieron a su cargo la mano de obra para levantar la vivienda particular cuyos muros, de 60 centímetros de piedra pizarra, se asentaron con argamasa merced al esfuerzo de los internos de la cárcel.

La visita guiada se encuentra a cargo de un descendiente de los pueblos originarios, pero en nuestro caso no contamos con su experiencia porque se encontraba en Buenos Aires presentando su primer libro en la feria anual. Así que luego de recorrer la sala en la que se encuentran los ejemplares de aves que habitan estas tierras australes, nos adentramos solos en la historia de los primeros habitantes de la zona.

Parece que los atisbos de vida humana se remontan a 4.000 años atrás cuando algunas comunidades indígenas se asentaron en el sur profundo, aunque en principio su carácter nómade reducía las estancias a temporadas cortas. Con el tiempo y pese al clima, la presencia de los lobos marinos cuya carne consumían al mismo tiempo que empleaban las pieles resistentes como abrigo determinaron que fueran echando raíces; eran canoeros, porque empleaban estas construcciones como transporte entre los diversos efluentes de agua característicos del lugar.

Los yámanas, habitantes de estas tierras, fueron debidamente colonizados por foráneos y nacionales y evangelizados por las diversas misiones que arribaron en el siglo XIX: la historia de la pérdida de identidad y patrimonio de los pueblos originarios se reitera a lo largo y a lo ancho de América Latina. Algunos testimonios de su existencia se conservan en el Museo del Fin del Mundo, tanto en fotografías como en objetos; particularmente me produce tristeza que se hayan perdido cosmogonías antiquísimas por la obsesión del ser humano de conquistar y borrar de la faz de la tierra todo aquello que considera diferente.

Los objetos recuperados de naufragios también integran el patrimonio del museo, como el espectacular mascarón de proa que perteneciera al buque Duchess of Albany que naufragó en estas costas en 1893. Esculpido en homenaje a la princesa Elena Frederica Augusta de Waldeck y Pyrmont, fue encontrado en el año 1950 al sur de Isla Grande. También se pueden apreciar algunos objetos del avión Cóndor de Plata, el primero que sobrevoló el Cabo de Hornos tripulado por el aviador alemán Gunther von Plüschow.

La visita al Museo del Fin del Mundo, al igual que la antigua Casa de Gobierno, no tiene costo alguno en algunas épocas del año, y resulta una cita obligada para quienes se aventuran en tierras fueguinas. La espectacular fotografía tomada por Juan da cuenta de la majestad del mascarón de proa que forma parte de su patrimonio.

En El Calafate

Los indios tehuelches llamaron calafate al fruto del arbusto espinoso denominado Berberis microphylia, y según la leyenda quien probaba esta baya de color azul oscuro y gusto dulce y rotundo tenía asegurado su regreso a tierras patagónicas. El Calafate es la pequeña villa que toma su nombre de esta especie; emplazada en la ribera del Lago Argentino, se encuentra a unos 80 kilómetros del indescriptible glaciar Perito Moreno, la mayor reserva de agua dulce del planeta.

A través de las ventanillas del taxi que nos condujo hacia la ciudad, distante 23 kilómetros del aeropuerto, el paisaje que pudimos observar varió notablemente en relación a Ushuaia: El Calafate se encuentra en la provincia de Santa Cruz, donde la geografía está conformada por la aridez de la estepa patagónica, el clima es seco y ventoso por ende sólo crecen arbustos y pastizales, abundan las aves rapaces y entre los mamíferos sobresalen los guanacos, el zorrino y la mara, una especie de liebre.

El Calafate tiene un promedio de 30.000 habitantes, pero en temporada alta desborda con los turistas que visitan la villa como paso obligado hacia la atracción principal de la provincia: el Parque Nacional Los Glaciares. El Lago Argentino la dota de una belleza peculiar por el azul de las aguas, posee una amplia oferta hotelera y multiplicidad de agencias de turismo que organizan los traslados hacia las bellezas naturales de la zona. Aquí estamos, alojados en el hotel Mirador del Lago, y desde la ventana de nuestro cuarto el amanecer sobre el espejo de agua despunta en azules diversos y extraños.

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