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Archivos mensuales: septiembre 2018

GüiráOga, Aripuca, la Casa de las Botellas

30 Domingo Sep 2018

Posted by bellaespiritu in Tierras cercanas

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Aripuca, GüiraOga, la Casa de las Botellas, Puerto Iguazú

Era el último día en Puerto Iguazú y nos dedicamos a recorrer aquellos sitios que de una manera u otra acapararon nuestra atención por las descripciones previas; en este caso estaban situados a unos kilómetros del centro y a poca distancia entre sí. En definitiva abordamos un taxi que nos acercó al refugio de animales silvestres GüiráOga o Casa de los pájaros en idioma nativo, cuyo objeto es el rescate, la reinserción en la naturaleza y la investigación y preservación de la fauna autóctona de la Mata Atlántica.

Fue fundado el 23 de agosto de 1997 por una pareja de especialistas en rehabilitación de aves rapaces, quienes aún tienen a su cargo la dirección del refugio. GúiráOga fue concebido como una construcción natural para evitar un efecto perturbador sobre la selva, conserva especies vegetales centenarias que miden hasta 30 metros de altura y el equipo humano que lo integra procura la recuperación de los animales que llegan a sus instalaciones o bien la conservación de la vida de los mismos y su reproducción, para devolver a la naturaleza a las crías cuyos padres fueron privados de dicha posibilidad.

El tráfico, la caza furtiva y los accidentes en las rutas son algunas de las razones por las que las especies arriban al refugio; también llegan aquellos que han sido mascotas durante mucho tiempo y al fallecer sus dueños no pueden adaptarse a la vida natural. Tal vez resulta increíble que el ser humano se apodere de especies como el yacaré o el oso hormiguero pero no lo es: de hecho, hemos visto con nuestros propios ojos ejemplares rescatados de manos de particulares que han perdido su instinto y han de vivir en GuiráOga hasta sus últimos días.

Los animales que arriban deben pasar un período de cuarentena hasta ser evaluados, mientras que los recién nacidos son atendidos en un sector especial hasta que se desarrollan o recuperan. Luego son transferidos a rehabilitación en espacios abiertos que se asemejan a su hábitat natural; si se encuentran aptos para reinsertarse en la naturaleza primero cohabitan con sus pares y luego deben enfrentar una última etapa antes de ser liberados: el período de monitoreo en la Isla Palacio.

Este Monumento Natural Provincial está constituído por un brazo del río Uruguay de una extensión de 1600 hectáreas y la distinción que ostenta se debe a que conserva flora y fauna autóctona del país. No resulta posible acceder sino mediante un permiso especial y no está permitida la presencia humana: allí son liberados y monitoreados los animales que han encontrado afecto y cuidados en GüiráOga y desde allí, una vez evaluados cuidadosamente, volverán a vivir en libertad en la selva misionera.

Aripuca

Los guaraníes emplean aún en la actualidad para cazar animales una trampa a la que denominan aripuca, armada a partir de pequeñas ramitas en forma de pirámide que se conectan a un pequeño mecanismo que se cierra ante el ingreso del animal. La presa no sufre ninguna agresión física más allá del encierro, y si no resulta apta para el consumo es liberada nuevamente, intacta.

El proyecto familiar que toma su nombre de la tradición guaraní fue construído a partir de árboles rescatados de aserraderos donde iban a ser vendidos, o bien recuperados al haber sido tumbados por fenómenos naturales como tormentas o rayos. Así fueron empleados para reproducir la estructura de la trampa originaria más de 30 especies de la Mata Atlántica, en una construcción que alcanza 17 metros de altura y pesa cerca de 500.000 kilos. Aripuca persigue el fin de crear conciencia acerca de la pérdida de recursos naturales que ha de conducir al ser humano, por impericia o temeridad, a una trampa diseñada en definitiva por sí mismo.

En el amplio espacio en que se emplaza Aripuca se encuentran también otros edificios que siguen los lineamientos naturales de la zona. El Tacurú, construído con piedra del mismo nombre también llamada itacurubí y característica de la provincia misionera, también emplea en su arquitectura que remite al nido de las termitas de tierra rocas como basalto negro y rojo, jaspe y algunas incrustaciones de amatista: allí se pueden adquirir artesanías típicas entre las que sobresalen las elaboradas con piedras preciosas, pródigas en esta zona.

El yateí, especie de abeja pequeña sin aguijón cuya miel es muy apreciada, presta su nombre a la construcción típica de los colonos de la zona: galería amplia, techo a dos aguas y una distancia considerable del suelo para aislar la vivienda de la humedad y los insectos. Aquí los amantes de los productos naturales encontrarán yerba mate, alfajores de harina de mandioca, miel silvestre y té fragante de rosella, también conocida como hibiscus. Para reponer fuerzas luego del paseo, en el Cucurucho, construído con madera ibirá pitá y techo de paja, recomiendo probar la frescura amarga del helado de yerba mate.

Casa de las Botellas

Nuestra última visita estaba guiada por la curiosidad: habíamos investigado acerca de la familia Santa Cruz y su proyecto social basado en el reciclado de materiales como las botellas, mediante el que habían sido galardonados por solucionar nada menos que el tema habitacional de un buen número de personas. Hacia allí nos dirigimos y en la Casa de las Botellas fuímos recibidos nada menos que por el dueño, quien con amabilidad suprema desgranó los orígenes del proyecto, basado en el ingenio que se agudiza con la necesidad.

La crisis económica y social del año 2001 constituyó un punto de quiebre para muchos argentinos; Puerto Iguazú no fue la excepción y las personas que vivían de un oficio, como Alfredo Santa Cruz, se vieron en la disyuntiva de salir a recolectar residuos reciclables para vender y así llevar alimento a sus familias. En este contexto angustiante la hija mayor le pidió a su progenitor una casita de muñecas y Alfredo no tenía otros materiales a mano que las botellas de plástico que recolectaba. Así, con paciencia e imaginación, imaginó una manera de ensamblaje e hizo realidad el sueño de su hija; a esta primera experiencia siguieron otras, siempre empleando materiales que otros desechaban, y la familia comenzó a elaborar juguetes, lámparas, sillones, muebles y todo aquello que el ingenio puede concebir empleando como material residuos reciclables.

A modo de ejemplo, la fotografía tomada por Juan ilustra la increíble metamorfosis de las botellas en muebles aptos para el empleo cotidiano: la cama está armada con 200 botellas, que también constituyen la base para el sillón, en tanto que las paredes también han sido levantadas con residuos plásticos mientras los techos fueron diseñados en base a cartones de tetrapack. Alfredo nos enseñó que resulta posible instalar electricidad y agua, a punto tal que con su asesoramiento se han construído unas 70 viviendas con esta técnica; de hecho, ha impartido talleres en varios países y ha sido entrevistado por otros tantos periodistas aquí, en este espacio propio nacido de su perspicacia y lucidez a partir de la necesidad amorosa de cumplir el sueño de su hija.

Minas de Wanda, ruinas de San Ignacio, el Jardín de los Picaflores

26 Miércoles Sep 2018

Posted by bellaespiritu in Tierras cercanas

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Jardín de los Picaflores, minas de Wanda, misiones, ruinas de San Ignacio

La provincia de Misiones se encuentra ubicada sobre el Macizo de Brasilia, zona constituída geológicamente por uno de los mayores basaltos del mundo, formado hace 150 millones de años. La tierra arrojó grandes cantidades de lava que, al enfriarse, aprisionó gas que fue formando una roca conocida como basalto constituído en su mayor parte por hierro, que a la vez que dota de color rojo a la tierra también origina con el paso del tiempo formaciones de piedras preciosas.

La ciudad de Wanda se encuentra situada a 40 kilómetros de Puerto Iguazú y fue fundada en 1934 por inmigrantes, en su mayoría de origen polaco. Dicen que debe su nombre a una princesa polaca de gran belleza, quien vivía en la ciudad de Cracovia y prefirió arrojarse al río Vístula antes de aceptar contraer matrimonio con el príncipe heredero al trono alemán. Pródigo en yerbatales y madera, el pueblo prosperó de la mano de Otto Bemberg, el creador de la cerveza Quilmes; en el año 1940 el terrateniente consideró que ya no eran rentables las explotaciones e indemnizó a sus empleados entregándoles tierras en lugar de dinero.

El encargado, Víctor Enebelo, fue compensado con 40 hectáreas de terreno agreste: su esposa Amalia y sus diez hijos se dieron a la tarea de limpiar el lugar y en este cometido encontraron piedras blancas y relucientes que vendían a la vera de la ruta a los turistas que visitaban Iguazú. Con el tiempo Higinio Enebelo emigró a estudiar a Brasil y luego trabajó en Minas Gerais, región fecunda en tierras preciosas; cuando regresó al hogar filial encontró que su madre se había cortado al lavar en el río con una piedra de extraña belleza que luego trasladó a su casa. Y el hijo no tuvo dudas habida cuenta de su experiencia en Minas Gerais: Amalia había encontrado una gema en el lecho fluvial.

Pero la explotación no era fácil por cuanto se requería la aprobación gubernamental, así que la familia decidió vender parte de sus bienes para obtener el permiso pertinente, que se plasmó finalmente en el año 1977. Y con el tiempo debieron adaptarse a las normas que prohíben la minería a cielo abierto, por ende los visitantes pueden transitar por algunos de los túneles que guardan, embutidas en la tierra colorada, cuarzos blancos y brillantes y amatistas que refulgen en tonos violetas, luego transformadas por la mano del hombre en piezas de joyería que constituyen un recuerdo del paso por esta bendita tierra.

Ruinas de San Ignacio

Una vez concluída la visita a las minas de Wanda, el autobús siguió viaje por la ruta 12 rumbo al pueblo donde se emplazan las ruinas de San Ignacio Miní, vestigio de las misiones jesuíticas radicadas en territorio argentino.

Declaradas Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1984, fueron fundadas por el jesuita Roque Gonzalez de Santa Cruz con el remanido objeto de evangelizar a los nativos. Fue la primera misión que se asentó en la zona conocida por los españoles como La Pinería por la abundante cantidad de pino Paraná que crecía en el territorio, pero los jesuitas no eran novatos por cuanto desde 1554 habían procurado establecerse con suerte diversa, ya que a los recelos de la corona española se adunaba el acoso de los bandeirantes, quienes respondían a los intereses de la corona portuguesa y procuraban capturar a los indígenas para venderlos como esclavos.

De hecho, en el año 1696 la población debió trasladarse hacia el oeste precisamente por el asedio portugués, y al promediar el siglo XVIII contaba con más de 3000 habitantes y una intensa actividad artesanal y comercial, que se optimizaban porque la proximidad del río Paraná facilitaba el comercio con otras zonas. Lejos de procurar erradicar las costumbres nativas, los jesuitas introdujeron las enseñanzas evangélicas sin represión, procurando incluirlas en la organización social establecida mediante lazos cercanos con los caciques, que integraban un consejo asesor.

La vida de la misión, cuyo trazado fue cuidadosamente delineado por los jesuitas, se desarrollaba en torno a la plaza de armas donde tenían lugar los acontecimientos más importantes y desembocaba en el templo mayor, construído en piedra tallada de estilo barroco cuyo pórtico aún se encuentra en pie. Alrededor de la plaza se encontraban cabildo, hospital, colegio, talleres, almacenes y viviendas de los religiosos y de los nativos. Las columnas del templo dan cuenta precisamente de la fusión entre el arte indígena, influenciado por el marco esplendoroso de la naturaleza y las directivas de los jesuitas en cuanto a estilo y diseño.

Los historiadores dan cuenta del recelo de las cortes española y portuguesa respecto del avance social y tecnológico alcanzado por los guaraníes en las misiones jesuíticas: la destreza de herreros, maestros plateros y artesanos generó intrigas y codicia alrededor de los religiosos, que por añadidura no reconocían otra autoridad que la del Papa. Fue Carlos III quien en 1768 ordenó su expulsión bajo la acusación de organizar un ejército propio para crear un estado independiente bajo dominio jesuita, empleando las fuerzas indígenas a tal fin

La decadencia de las misiones resultó el correlato de la expulsión porque otros religiosos como dominicos y franciscanos fueron los encargados de suceder a los jesuitas con una impronta diametralmente opuesta; San Ignacio cayó en el olvido y la selva cubrió la otrora próspera misión, redescubierta por el escritor Leopoldo Lugones y el uruguayo Horacio Quiroga oficiando como fotógrafo en el año 1903. Recorrer el perímetro de las ruinas y el museo demanda aproximadamente tres horas y resulta un apasionante viaje en el tiempo de la mano de guías autóctonos como Carlos, quien nos remontó a aquellos tiempos mediante su narración puntillosa y apasionada.

Jardín de los Picaflores

Los guaraníes, como tantas otras cosmovisiones, consideraban a la muerte como un tránsito para el alma, que abandonaba el cuerpo físico y se ocultaba en una flor aguardando la llegada del mainimbú, como llamaban al pequeño pájaro conocido como colibrí o picaflor, que habría de conducirla al paraíso.

También creían en el origen divino del picaflor, emparentado de alguna manera con seres mágicos. No resulta extraña la asociación por cuanto la diminuta ave es el pájaro más pequeño que se conoce y su delicadeza lo torna semejante a una criatura feérica. El nido, del tamaño de una nuez, aloja pichones que poco a poco aprenden a batir las alas de manera tal que casi no se divisan mientras se alimentan de las flores, con el cuerpo que parece suspendido en el aire.

La potencia del batido de las alas demanda gran esfuerzo a las aves ya que alcanzan la cifra de 80 aleteos por segundo, un gasto de energía descomunal para su mínimo tamaño, de ahí que los atraiga el néctar de las flores y el agua azucarada. En el norte de Puerto Iguazú existe un jardín particular que puede visitarse, un espacio pequeño donde sus dueños son acompañados desde hace más de 25 años por varias especies de colibríes que se alimentan de flores y frutos y consumen el agua de bebederos coloridos que penden de los árboles.

El jardín se encuentra acondicionado para contemplar, con asombro y en silencio, el magnífico espectáculo que ofrece la naturaleza: fugaces y encantadoras apariciones de colibríes de todos los colores que se desplazan entre los árboles mientras buscan flores para libar, picotean mínimos trozos de fruta y se detienen a beber agua, una y otra vez.

Parque Nacional Iguazú, la Garganta del Diablo, el Circuito Inferior

21 Viernes Sep 2018

Posted by bellaespiritu in Tierras cercanas

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circuito inferior, circuito superior, Garganta del Diablo, isla Martín García, Parque Nacional Iguazú

Los guaraníes bautizaron al río agua grande, I-Guazú en su idioma originario. Durante su curso se fusiona con el Paraná y alcanza 1500 metros de ancho, que desembocan en un barranco de lava que se formó hace nada menos que 120 millones de años, dando origen a las formidables cataratas del mismo nombre.

Por allí navegaba Alvar Núñez Cabeza de Vaca en el año 1542, entre el océano Atlántico y Asunción del Paraguay, cuando el sonido atronador de los saltos de agua atrajo su atención; el español siguió su camino pero antes bautizó a las cataratas como Saltos de Santa María. Con el correr del tiempo los indígenas de la zona o Mbyá-Guaraníes fueron evangelizados por los jesuitas, luego expulsados de la región por la corona española en 1768, que habitaron conjuntamente con los pueblos originarios la zona que hoy comprende el Parque Nacional Iguazú. Un siglo después, con el proceso de federalización del interior del país, el gobierno vendió a un particular grandes extensiones de tierras, que en definitiva quedaron en manos de Gregorio Lezama.

El flamante propietario promovió la llegada de científicos alemanes que buscaban tierras para colonizar, entre los que se encontraba Jordan Hummel. Siete años después consideró que este territorio perdido no era demasiado valioso y lo remató en subasta pública; el anuncio hacía alusión a “un bloque de selva que linda con varios saltos de agua”. El adquirente, Domingo Ayarragaray, tuvo una visión más amplia en cuanto a las posibilidades de explotación turística e inauguró el primer hotel promocionando recorridos por los saltos; también se dedicó a expoliar la selva talando árboles que generaron una próspera industria maderera. Jordan Hummel, impresionado por la belleza de Misiones, había vuelto para realizar un nuevo recorrido desde territorio brasileño y promover desde allí el turismo dadas las dificultades que representaba transitar por la impenetrable selva argentina.

Durante 1901 Puerto Iguazú recibe a los primeros turistas, entre los que se encontraba Victoria Aguirre. La falta de caminos y la exuberante naturaleza frustraron la llegada a las cataratas, pero la dama, impactada ante este despliegue selvático, donó la suma de 3000 pesos para la construcción de un camino que posibilitara el acceso; la obra culminó al año siguiente y la llegada de los visitantes delineó el trazado actual de la ciudad de Puerto Iguazú. Ese mismo año el arquitecto francés Carlos Thays presentó el primer proyecto de creación de un parque nacional.

Finalmente durante el gobierno de Hipólito Irigoyen el estado recuperó las tierras que se incorporaron al patrimonio nacional, y en 1934 se creó el Parque Nacional Iguazú, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1984. En sus 67000 hectáreas se encuentra una de las siete maravillas naturales del mundo: las Cataratas del Iguazú, rodeadas de la Mata Atlántica o selva subtropical que las contiene. El paseo por el Parque permite observar algunas de las especies de aves que se desplazan entre los árboles así como coloridas mariposas y mansas lagartijas: la prodigalidad de la naturaleza se aprecia en sus propios ciclos y en todo su esplendor.

La Garganta del Diablo

Ingresamos al Parque Nacional Iguazú en un día de sol radiante y el follaje de la selva parecía relucir pese a la intervención humana. Un trayecto corto para llegar a la Estación del Tren de la Selva nos conduce al Circuito Superior, donde el recorrido permite apreciar el ambiente natural y percibir los sonidos de las especies que habitan la Mata Atlántica. Quince minutos después se arriba a la Estación Garganta del Diablo, donde el guía nos recomienda realizar la caminata por las pasarelas sin detenernos demasiado hasta arribar al ansiado destino: la poderosa cascada que aguarda al final del río, poco más de un kilómetro más allá.

El sol durante el paseo permite apreciar en forma permanente un arco iris, fenómeno que dio origen a la leyenda guaraní a la que debe su nombre el descomunal salto que quita la respiración aún cuando, en mi caso, ya había sido contemplado en dos oportunidades. El agua que irrumpe, soberana, levantando una niebla entre la que se desplazan los vencejos y atronando con su poderío a los hipnotizados visitantes era una fuerza misteriosa para los habitantes originarios, que encontraron en la historia de Tarobá y Naipí una razón metafísica para semejante despliegue.

El río I-Guazú era la morada de la descomunal serpiente Mboí, hija del dios del trueno Tupá, que requería una vez al año del sacrificio de una bella joven para evitar que su ira arrasara con la tribu. Cuando la elegida fue Naipí, el cacique Tarobá se enamoró perdidamente de la misma y decidió raptar a la futura víctima, procurando escapar en su canoa por la noche y burlar así las exigencias de Mboí. Pero no era tan fácil huir frente a la atenta sierpe, que enfurecida ante semejante afrenta encorvó su lomo partiendo el río formando de esta manera las cataratas y, especialmente, la descomunal Garganta del Diablo.

Como resulta previsible ambos murieron al despeñarse entre las aguas, pero la vengativa Mboí percibió que el amor podía superar aún a la muerte y transformó a Naipí en cascada y a Tarobá en vegetación para que no pudieran unirse en modo alguno. Sin embargo, la enome muralla de agua que supera los 80 metros de altura, visible en todo su esplendor desde territorio argentino, se fusiona con el verde mediante el arco iris que emerge con los rayos del sol y da cuenta del fracaso de la serpiente.

El Circuito Inferior

Una vez más abordamos el Tren de la Selva para dirigirnos a la Estación Cataratas y adentrarnos en el Circuito Inferior, un recorrido circular de 1700 metros que permite acceder a ocho miradores desde los que se contemplan los saltos por debajo, en un ambiente impregnado por el aire húmedo y los sonidos de la selva.

Si las condiciones del río lo permiten, es posible abordar una lancha para desembarcar en la isla San Martín, donde el recorrido es escarpado y demanda un par de horas de trayecto dificultoso. La isla permite contemplar desde una ventana natural la Garganta del Diablo y los saltos que se encuentran en territorio brasilero; esta vez no era posible el descenso así que emprendimos el recorrido a pie, con obligatorias paradas en cada mirador debido al espectáculo inolvidable proporcionado por las cascadas que se avistan.

Los saltos Dos Hermanas, Chico, Ramírez y San Martín resultan el preludio del impresionante salto Bossetti, desde allí se va bordeando el río iguazú hasta arribar al cañón desde el que se alza, imponente, la Garganta del Diablo. Al emprender el regreso por la parte inferior del río aguardan, aún, más cascadas como Alvar Nuñez y Elenita: el rocío que producen las caídas de agua configura una caricia para la piel entre el estruendo de las aguas. Resulta difícil transmitir la intensa sensación que produce en el visitante la contemplación de semejante despliegue de soberanía natural; ayer, hoy y siempre las Cataratas del Iguazú deslumbran a quien tiene la gracia de pararse frente a su belleza, una y otra vez.

Todas las fotografías resultan mérito exclusivo de Juan.

En Puerto Iguazú, la postal brasileña, Parque das Aves

16 Domingo Sep 2018

Posted by bellaespiritu in Tierras cercanas, Tierras lejanas

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Cataratas del Iguazú, Parque das aves, Parque Nacional do Iguaçu, Puerto Iguazú

El avión aterrizó abriéndose paso en un cielo despejado y reluciente que contrastaba de manera drástica con el paisaje que habíamos dejado atrás: mientras nuestra ciudad atlántica despertaba brumosa y helada y Buenos Aires caía con toda su espesa humedad sobre sus agitados habitantes, Puerto Iguazú era un remanso soleado y límpido en el que la temperatura prometía no menos de 25 grados para los días subsiguientes.

Puerto Iguazú es una ciudad pequeña situada en el extremo nordeste de la provincia de Misiones, cuyo desarrollo se encuentra signado por los 17 kilómetros que la separan de los impresionantes saltos de agua que conforman las Cataratas del Iguazú. Los ríos Paraná e Iguazú se fusionan en este punto geográfico y conforman tres costas diversas, cada una con características peculiares debido a que pertenecen a países distintos y dan origen a la llamada Triple Frontera: Puerto Iguazú, Foz do Iguaçu y Ciudad del Este conforman el trío de ciudades pertenecientes a Argentina, Brasil y Paraguay respectivamente, en las que la proximidad de una con las otras determina destinos distintos pero definitivamente entrelazados.

El guía nos recibe en el aeropuerto y las puertas del Boutique Hotel de la Fonte, cercano al centro pero lo suficientemente retirado como para permitirnos escuchar sonidos como el canto de los pájaros y el repiqueteo del agua de la fuente que preside el ingreso, se abren a nuestra llegada. Después de desempacar y acomodarnos en la enorme habitación que nos han reservado, almorzarmos tardíamente al costado de la piscina antes de emprender una caminata hasta el punto geográfico más característico de la ciudad: el Hito de las Tres Fronteras.

El Paraná y el Iguazú se entrelazan sin prisa frente al monumento donde confluyen las tres banderas; a poco de contemplar el paso de las aguas se advierte el tinte rojizo debido al altísimo contenido de minerales ricos en hierro que determinan la composición de la tierra y su excepcional fertilidad. La provincia de Misiones ha logrado conservar parte del ecosistema conocido como Mata Atlántica, cuya riqueza y diversidad se asemejaban a la selva amazónica; la tala indiscriminada y la deforestación han hecho estragos en esta zona verde del planeta, a punto tal que sólo el 7 por ciento ha sobrevivido a su mayor depredador: el ser humano.

Al regresar al hotel cenamos en el restaurante De La Fonte cuyo propietario es también el alma mater del hospedaje. Italiano de nacimiento y misionero por adopción, Matteo Lagostena emplea su propia técnica a la que denomina “compresión de sabores”, una fusión entre las tradiciones italiana y francesa que genera como resultado platos sabrosos y originales. El postre, que compartimos por el mero placer de la gula, fue un helado acompañado por chocolate blanco rallado y flan de mascarpone: sencillamente exquisito.

La postal brasileña

En este contexto pletórico de naturaleza se encuentra una de las maravillas naturales más imponentes del planeta conformadas por el río Iguazú: las cataratas del mismo nombre. Las visitas se estructuran en dos recorridos determinados por los países que las contienen en los parques nacionales unidos por el río: Parque Nacional do Iguaçu creado en 1939 en Brasil y Parque Nacional Iguazú creado en 1934, en territorio argentino. La flora y fauna contenida en este territorio dominado por el color verde de la vegetación se encuentra en peligro de extinción, de ahí las precauciones para proteger el área de los parques y la prohibición, no siempre acatada, de alimentar a los animales y de trasladar alguna de las plantas o flores que se despliegan en todo su esplendor.

Al otro día nos despertamos muy temprano para desayunar con tiempo antes de emprender el recorrido por el Parque Nacional do Iguaçu, que contiene un tramo perteneciente a Brasil desde el que se obtiene una vista panorámica descomunal de las cataratas. Es la tercera visita que realizo a esta zona bendita y el espectáculo sigue siendo tan intenso como la primera vez; no obstante, le advierto a Juan que debuta en su recorrido por estas tierras que Brasil proporciona sólo una postal, fabulosa por cierto, de los descomunales saltos de agua.

El paseo es amable por cuanto está constituído por una sola pasarela que atraviesa el parque en un único sentido; hay algunas escaleras que pueden dificultar el acceso pero no resulta agotador ni arduo y la temperatura acompaña en esta época del año. Los miradores permiten apreciar casi la totalidad de los saltos y allí, donde se levanta una bruma entre la que se desplazan con gracia los vencejos se adivina la presencia formidable del salto entre los saltos: la Garganta del Diablo.

El mirador finaliza el recorrido en un ascensor panorámico que puede ser abordado por aquellos que resisten caminar el tramo que resta entre subidas y bajadas; nosotros escogemos esta última opción y somos acompañados el resto del camino por los coatíes, simpáticos mamíferos que habitan todos los rincones del parque cuyo nombre en guaraní remite a la característica nariz alargada que les es propia.

Parque das Aves

Antes de retornar al sector argentino visitamos el Parque das Aves, un emprendimiento privado de rescate y conservación de aves autóctonas emplazado en Brasil que alberga más de 1300 animales entre papagayos, tucanes, reptiles, grullas y hasta una anaconda que se desplaza lenta ante la mirada atenta de los visitantes.

El espacio fue inaugurado en 1994 por Dennis y Ana Croukamp, empresario y veterinaria respectivamente, quienes se trasladaron desde África hasta Brasil donde adquirieron 16 hectáreas de bosque subtropical. El objetivo, instalar un parque de rescate y conservación de aves, requería desmontar toda especie arbórea invasora y plantar cientos de árboles nativos que habían sido talados. Las primeras aves arribaron desde zoológicos y también desde casas de familias que las habían adoptado como mascotas y ya no podían hacerse cargo; poco a poco se fueron integrando especies en peligro de extinción o vulnerables por el tráfico o por la falta de hábitat natural debido al avance del hombre.

A poco de ingresar en la entrada se avista un lago artificial en el que abundan los peces y más de 40 ejemplares de flamencos; en el Vivero del Bosque conviven urracas, tucanes y tordos que se desplazan por las copas de los árboles. Los diversos sectores se encuentran cuidadosamente separados por puertas metálicas para evitar el desplazamiento de las especies ya que el parque cuenta con ejemplares bravos como las arpías, el ave de rapiña más fuerte que existe y que se encuentra en peligro de extinción, habiéndose logrado la reproducción en sucesivas oportunidades.

La devastación del bosque y el tráfico indiscriminado han generado emprendimientos como este parque que, paradójicamente, procura restaurar un orden natural que ya ha sido alterado. Pese al cuidado y esfuerzo de la administración del lugar en relación al bienestar de los animales nos vamos del lugar con un sentimiento ambivalente, porque en definitiva el hábitat natural de estas especies debería ser la Mata Atlántica a la que pertenecen sin necesidad de intervención alguna, en plena libertad.

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