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Archivos mensuales: mayo 2017

Museo del Presidio, el Faro del Fin del Mundo, Proyecto Pingüino

21 domingo May 2017

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faro de San Juan de Salvamento, faro del fin del mundo, museo del Presidio, museo Marítimo, Proyecto Pingüino, Ushuaia

El buque 1º de Mayo arribó a Ushuaia luego de una larga travesía en el mes de enero de 1896. A bordo, además de la tripulación, se encontraban 14 hombres cuyos antecedentes penales les habían valido el rótulo de reincidentes: éste fue el comienzo de la colonia carcelaria que se habilitó en la cárcel fueguina, en inclementes construcciones de madera y chapa.

Eran tierras inhóspitas, apenas ganadas a los indígenas y difíciles de poblar con ciudadanos comunes, acostumbrados a climas menos álgidos y comodidades relativas. Al poco tiempo arribaron 11 hombres y 9 mujeres, ex convictos que persistían en su modo de vida criminal; algunos por opción, otros, quizás, precisamente por falta de alternativas posibles.

Para los presos políticos existía una opción menos humanitaria, si así puede calificarse: la Isla de los Estados, aquella donde se erigía, en San Juan de Salvamento, el faro que inspiró a Julio Verne respecto de mundos y confines. Trasladada luego a Puerto Cook, finalmente en 1911 se decidió la radicación de esta cárcel en Ushuaia y así se fusionaron ambos penales: el Presidio Militar y la Cárcel de Reincidentes.

En 1902 comenzó la construcción definitiva del edificio, en el mismo sitio donde las casas de madera y chapa albergaban en el interior helado a los convictos, quienes erigieron con sus propias manos las paredes de la que sería su última morada. Ushuaia era por aquel entonces un caserío de poco más de 40 casas; a fines de 1920 el edificio, erigido con la arquitectura propia de un panóptico, contaba con cinco pabellones de 79 celdas unipersonales cada uno, pero con el tiempo la sobrepoblación carcelaria llegó a alojar a más de 600 penados.

La disciplina era más que estricta, con un sistema de trabajo mínimamente retribuído y enseñanza escolar. Los presos solicitaban ser incluidos en talleres para aprender un oficio o bien acceder al tren que los trasladaba a cortar leña en largas jornadas que se iniciaban muy temprano por la mañana, pero aseguraban una ración de comida y transcurrir en movimiento horas interminables que, en caso contrario, los confinaban a celdas gélidas. Las sanciones, que incluían el empleo de pesados grilletes en los pies y aislamiento solitario, bastaban para consumir la salud: la única vestimenta permitida era un traje rayado en tonos amarillo y negro, cuya magra tela era más que insuficiente para preservarlos de las temperaturas extremas. Por ello la sanción más cruel, la más temida, era la prohibición de trabajar.

Aquí fueron trasladados asesinos como Cayetano Santos Godino, conocido como el Petiso Orejudo, y también presos políticos como Néstor Aparicio y Arturo Benavídez. Simón Radowitzky, de origen ruso, era un joven anarquista de 18 años que cobró notoriedad al arrojar una bomba de fabricación casera contra el carruaje que trasladaba a Ramón Falcón, por entonces jefe de la policía federal, causándole la muerte en el año 1919. Del total de los 21 años en que estuvo confinado, la mitad los pasó en calabozo aislado; casi tuvo éxito en la evasión organizada conjuntamente con grupos anarquistas chilenos y argentinos, aunque finalmente fue capturado. Radowitzky lograría el indulto 21 años después conjutamente con su  destierro; aún así continuó la lucha política en España y más tarde en México, donde falleció en 1956.

La historia del presidio se encuentra directamente ligada al crecimiento y desarrollo de Ushuaia: los presos trazaron el muelle, las calles y la red de agua pública; durante los fines de semana, la banda de música que integraba tocando el bombo el mismísimo Petiso Orejudo desfilaba por el pueblo para entretener a los habitantes, siendo el único pasatiempo permitido a los confinados. Los excesos, los castigos crueles y las condiciones deplorables de vida determinaron la clausura del edificio en el año 1947: la visita guiada al museo constituye una manera de acercarse, desde la imaginación, a la historia que ha quedado guardada entre sus paredes.

El Faro del Fin del Mundo

Los piratas comandados por el sanguinario Kongre dominaban la Isla de los Estados, desde la que se dedicaban a saquear las embarcaciones que encallaban como consecuencia de la ferocidad de las aguas; el gobierno argentino, para controlar la situación, ordenó la construción de un faro custodiado por tres hombres: sólo el jefe Vazquez sobrevivirá al ataque de los corsarios e intentará rescatar el faro. La novela de Julio Verne daría a conocer al mundo la ubicación del faro de San Juan de Salvamento, única luz que veían los navegantes en las aguas de mar austral.

El faro fue construído en el año 1884 conjuntamente con una Subprefectura; ambos tenían la función de custodiar y guiar a los barcos que se aventuraban por el estrecho hacia el océano Pacífico. Las olas inmensas y las rocas podían convertirse en tumba para los navegantes, rescatados por guardafaros y marineros que residían de manera permanente en el islote remoto. Cada cuatro meses, estos trabajadores eran abastecidos de comestibles y medicamentos necesarios para subsistir.

Pero el faro, por su ubicación, no proporcionaba buena visibilidad y las nubes que se cernían sobre la isla bastaban para ocultarlo, entonces en el año 1901 se levantó otro faro en la isla Observatorio y el primero fue abandonado durante casi un siglo. En 1994 el navegante francés André Bronner, admirador de Julio Verne, llegó hasta la Isla de los Estados para ver con sus propios ojos al faro que inspiró al escritor. Con su impulso y la colaboración del gobierno francés, el gobierno de Ushuaia emprendió el traslado y la reconstrucción del faro del fin del mundo.

El rompehielos Almirante Irizar, al retornar de la Antártida, embarcó los restos del faro que fue reconstruído en base al relevamiento arqueológico previo y a los planos que elaboró en consecuencia el ingeniero Mirón Gonik. Finalmente la réplica fue inaugurada en el Museo Marítimo de Ushuaia en 1997; allí se puede conocer e imaginar la dura vida dura de los seis guardafaros y el rol que desempeñaron en el auxilio de los barcos, que de algún modo inspiraron a Julio Verne para concebir al personaje central de su famosa novela.

Proyecto Pingüino

Dentro del Museo Marítimo se encuentra un espacio dedicado al arte con una superficie de exposición de 300 metros cuadrados, en el que se suceden exposiciones y proyectos con una dinámica educativo-cultural integral y abierta a la comunidad. La muestra permanente Proyecto Pingüino, inaugurada en 2015 como una propuesta de tres años de extensión, concita la participación de artistas, fotógrafos, instituciones educativas y público en torno a estos representantes de la fauna fueguina.

Sin embargo, pese a la asociación que generalmente se establece entre estas aves y el clima extremo del hemisferio sur, en la exposición se puede acceder a información precisa al respecto: no todas las especies requieren de temperaturas frías y hasta hay algunas que necesitan regiones tropicales como el pingüino que habita en las Islas Galápagos, o bien climas templados como el magallánico o el originario de zonas africanas.

Se establecen en colonias donde arman sus nidos con pasto, ramas y barro o en cuevas protegidas debajo de arbustos, y el alimento varía según la región en que residan. Los pingüinos fueguinos se alimentan de sardinas y peces pequeños, en tanto que su pariente antártico consume crustáceos como el krill. Los investigadores emplean registradores colocados en el dorso con cinta a prueba de agua adherida a las plumas para medir sensores de profundidad y temperatura, que les permiten reconstruir sus perfiles de buceo así como establecer las costumbres alimentarias; los sensores son retirados al cabo de una o dos migraciones para recopilar esta valiosa información.

Este conocimiento es necesario para preservar el hábitat natural y establecer los factores que afectan supervivencia y hábitos reproductivos; de esta manera se establecen áreas protegidas tanto de la especie como del ecosistema que requieren para desarrollarse. Proyecto Pingüino apunta a difundir y generar conciencia respecto de la importancia del cuidado y preservación de estas simpáticas y peculiares aves, que integran desde tiempos remotos el paisaje fueguino.

La Cabaña del Martial, navegando el canal de Beagle, faro Les Éclaireurs

13 sábado May 2017

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Cabaña del Martial, canal de Beagle, faro Les Éclaireurs, glaciar Martial, isla Bridges, Ushuaia

Luis Fernando Martial era francés y llegó a Ushuaia en 1883 desde Francia, para explorar la zona con perspectiva científica. El glaciar Martial rememora con su nombre al jefe de esta expedición, se encuentra a pocos kilómetros de la ciudad a la que abastece de agua potable y proporciona un panorama inolvidable desde sus más de 1.000 metros de altura. Se pueden realizar circuitos de trekking siempre que el hielo y la nieve no bloqueen algunos de los caminos más altos; nuestra intención, en esta oportunidad, no era deportiva sino gastronómica.

Al pie del glaciar se encuentra la villa de montaña llamada Cumbres del Martial, un complejo de doce cabañas emplazado en el medio del bosque desde el que se aprecia una vista increíble del canal de Beagle. Un sendero que parece de cuento, entre árboles cuyos troncos se encuentran vestidos de colores, conduce a otra cabaña ambientada como una casa, con sillones cómodos y mesas con manteles: la casa de té del Martial era nuestro destino final esa tarde, luego de instalarnos nuevamente en la ciudad de Ushuaia bastante pasado el mediodía.

María Salduna arribó a la ciudad del fin del mundo en el año 1983 para trabajar un año como maestra jardinera; con el tiempo fundó una familia y desarrolló el emprendimiento inaugurado como una casa de té que abría sólo los fines de semana, donde María elaboraba las tortas cuyo sabor fue ganando el paladar de fueguinos y turistas hasta convertirse en un clásico. Con el tiempo comenzó el servicio de restaurante donde se pueden degustar especialidades de la cocina patagónica y se inauguró un espacio donde adquirir para llevar tanto variedades de té como objetos de decoración y recuerdos.

Luego del almuerzo que en mi caso se redujo a una sopa de calabaza a efectos de probar alguna de las especialidades dulces que tentaban a los comensales desde las vitrinas, compartimos un exquisito crumble de frutos rojos mientras planificábamos los futuros lugares a recorrer en los días siguientes hasta nuestro regreso. Mientras nos retirábamos, arribaban sin tregua nuevos comensales para disfrutar del entorno privilegiado en el que se inserta la acogedora calidez de la Cabaña del Martial.

Navagando el canal de Beagle

Denominado canal Onashaga en lengua yagán, que significa «canal de los Onas», como lo llamaron estos antiguos ancestros canoeros, actualmente recuerda con su nombre al barco británico HMS Beagle, que se encontraba realizando estudios científicos en estas costas remotas durante el año 1830. Su comandante Robert Fitz Roy envió en expedición de reconocimiento al teniente Murray, quien descubrió un paso estrecho cuya desembocadura culminaba en este canal, bautizado así en homenaje a la nave al mando de Fitz Roy.

Los catamaranes que parten desde el puerto de Ushuaia para navegar por las aguas azul cobalto que contrastan de manera sobrenatural con los picos nevados, realizan diversos viajes y avistajes según la época del año. En mayo sólo es factible realizar un circuito, así que a las 15.30 horas embarcamos en el Elisabetta I con la expectación que produce encontrarse surcando aguas a menos de 1.000 kilómetros de Antártida.

Desde la bahía se avista el perfil de la ciudad enmarcada por los montes Cinco Hermanos y Olivia; a medida que nos vamos alejando se habilita la salida a cubierta para contemplar la Isla de los Pájaros que se va delineando en el horizonte mientras el barco se acerca disminuyendo la velocidad: los cormoranes imperiales se desplazan indiferentes a las cámaras fotográficas de los visitantes, admirados por el despliegue de los únicos soberanos del lugar.

En la Isla de los Lobos hay leones marinos de tamaño considerable que hacen oir su voz mientras descansan bajo el cielo nublado; los cachorros han nacido a fin de año y algunos de ellos se aventuran en las aguas mientras otros se desplazan graciosamente entre las piedras buscando el calor de las hembras. El frío no impide continuar en cubierta cuando se reanuda el viaje, para procurar abarcar con la mirada sin éxito el maravilloso paisaje fueguino.

Thomas Bridges fue el primer europeo que habitó el canal de Beagle y la isla en la que desembarcamos para hacer una caminata se denomina Bridges en honor a su apellido. La temperatura es baja pero no hay demasiado viento; durante el recorrido por el sendero asoma un sol tibio que dota de un marco luminoso al paisaje. Las prevenciones son claras y específicas: no apartarse de la ruta trazada, no tocar la vegetación ni levantar siquiera un trozo pequeño de roca para preservar el patrimonio inconmensurable del lugar. El aire es tan limpio que procuro llenar los pulmones en toda su extensión para aprovechar al máximo los beneficios de esta pureza inusual.

Alicia era una de las hijas del reverendo Bridges, cuyo nombre se inmortaliza en la próxima isla donde una colonia de lobos marinos nos recibe con sus bramidos; en esta ocasión varios de ellos de corta edad se desplazan en las aguas mientras sus hermanos pequeños están agrupados unos junto a otros, como si posaran para las fotos. A medida que el catamarán ingresa en la profundidad del canal el frío se intensifica, pero nos dirigimos a cubierta aunque el viento arranque lágrimas de los ojos para contemplar a lo lejos la silueta del faro Les Éclaireurs.

El faro Les Éclaireurs

Las franjas rojas y blancas de la torre de 11 metros de alto se van haciendo más visibles a medida que el catamarán se acerca a esta torre erigida en uno de los promontorios del canal. Ha sido a veces confundido con la construcción que inspiró a Julio Verne la historia de aquel «faro del fin del mundo»; sin embargo, dicha torre se encontraba emplazada en la Isla de los Estados y fue el faro San Juan de Salvamento, cuyos restos se encuentran en el museo Marítimo y del Presidio de la isla.

Se torna difícil transmitir la sensación de encontrarse frente a esta construcción emblemática en forma personal, mientras el sonido que procuro captar es el de las olas golpeando contra el catamarán junto con el gorjeo de los pájaros que se desplazan por el cielo. Los tres metros de diámetro del faro se amplifican en la naturaleza: en soledad, su silueta se destaca inmóvil e indiferente a las contingencias climáticas que lo rodean.

El faro Les Éclaireurs (los exploradores, en lengua francesa) es como un gigante que vigila la bahía de Ushuaia, pero en realidad implica la frontera entre la civilización y los mares e hielos vírgenes. No se encuentra habitado y el pequeño islote en el que se emplaza lo eleva 22 metros sobre el nivel del mar, cuenta con una garita y la energía se obtiene de paneles solares; los cormoranes, ajenos a todo, sobrevuelan en una danza blanca los confines del canal.

El glaciar Perito Moreno, en El Chaltén, el Chorrillo del Salto

09 martes May 2017

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Chorrillo del Salto, El Chaltén, glaciar Perito Moreno, Parque Nacional Los Glaciares

Nuestro guía nos pasa a buscar temprano por la mañana y empezamos a recorrer los 83 kilómetros que separan El Calafate del Parque Nacional Los Glaciares, hacia el sur, para visitar el ventisquero más imponente del planeta: el Perito Moreno. El Parque Nacional ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por UNESCO en el año 1981, ocupa una superficie total de 724.000 hectáreas y se encuentra en una zona de transición, donde conviven especies típicas del bosque con las características de la estepa patagónica.

A la luz del otoño, el bosque se despliega en tonos intensos que oscilan entre el amarillo dorado y el rojo ciruela, donde águilas moras y patos de los torrentes conviven con guanacos y huemules. Miles de años atrás, el paisaje estaba cubierto por glaciares que dieron forma a las montañas con su avance, al excavar valles entre las laderas rocosas. El cambio climático que fue reduciendo las superficies heladas debido al aumento de las temperaturas determinó la formación de grandes lagos y las laderas se cubrieron de bosques. Algunos grupos humanos de cazadores ocuparon estas tierras alimentándose de guanacos y empleaban para cazarlos rocas con las que confeccionaban armas; los vestigios de estos antepasados datan de 9.000 años atrás.

El glaciar Perito Moreno debe su nombre al científico y explorador argentino Francisco Pascasio Moreno, quien con 21 años llegó a la Patagonia en el año 1873 con el propósito de estudiar la geografía e historia de la región. Seducido por esta tierra solitaria, regresó una y otra vez en varias expediciones hasta que en el año 1896 debido a sus conocimientos fue designado perito de la comisión limítrofe entre Argentina y Chile. Gracias a su solvencia académica, Argentina logró retener 1800 leguas cuadradas de tierra; su dedicación a esta región del país se reconoce en el nombre del glaciar, bautizado de esta manera en su honor.

A medida que el bosque se hace más intenso en la costa del lago Argentino, la presencia del glaciar puede insinuarse en algún estruendo provocado por un proceso de ruptura que dará lugar a témpanos de hielo de tamaño diverso, según la magnitud del fenómeno. El glaciar, en constante e imperceptible movimiento, en algún momento llega a tapar la corriente de agua llamada Brazo Rico del lago Argentino, que va a elevar su nivel y así generar una presión considerable sobre la enorme masa de hielo formando un arco natural. Con el paso del tiempo y la pérdida gradual de masa el arco se irá debilitando, hasta que el resquebrajamiento provocará la caída sobre la superficie del agua con un estruendo que se amplifica con el eco que se produce entre las montañas: el espectáculo atrae en la época en que se produce a miles de turistas.

En nuestro caso, al girar por la llamada Curva de los Suspiros nos encontramos con una vista que enmudece a los visitantes: la increíble superficie cubierta de hielo se extiende hasta el horizonte, fundiéndose con las montañas nevadas. Es difícil describir lo indescriptible, porque el glaciar tiene la superficie aproximada de la ciudad de Buenos Aires, un frente que mide 5 kilómetros y unos 60 metros de altura sobre el nivel del agua: literalmente, deja sin palabras a quien lo contempla.

Antes de emprender la caminata por las pasarelas que lo circundan abordamos un catamarán que nos traslada hasta las cercanías de la pared sur: el frío no impide el traslado a cubierta para contemplar los colores plata y azul del glaciar, cuya inmensa superficie se asemeja por la forma a una fantástica ciudad de hielo. Aproximadamente durante una hora el catamarán se desplaza por las aguas heladas frente a este espectacular despliegue de belleza natural; después, durante más de dos horas recorreremos las pasarelas para contemplarlo desde tierra, respetuosamente, una y otra vez.

El Chaltén

El Chaltén es una pequeña villa que se encuentra en el Parque Nacional Los Glaciares a la que se accede por vía terrestre desde El Calafate, distante algo más de 200 kilómetros. Salimos temprano por la mañana y con una parada intermedia en La Leona, histórico paraje por el que anduvo nada menos que el perito Francisco Moreno siendo atacado por una hembra de puma o leona patagónica, seguimos viaje hasta la entrada al Parque Nacional.

La guardaparque es amable en sus explicaciones pero específica respecto del cuidado y respeto hacia la naturaleza que los visitantes deben ejercer en cada acción que desarrollen; una vez que nos instruyen acerca de los senderos que podemos recorrer, la dificultad que presenta cada uno y el tiempo aproximado entre ida y vuelta para aquellos que regresamos el mismo día, nos entregan un mapa y nos dan vía libre hasta las 18 horas.

Ya es casi mediodía y recorremos el pequeño pueblo por su calle principal; en temporada baja muchos comercios se encuentran cerrados pero encontramos un acogedor lugar para tomar un café y comer un alfajor antes de comenzar nuestro recorrido. En Chalteños su dueño nos recibe cordialmente y nos cuenta que la villa comenzó a crecer de la mano del asfalto de la carretera desde El Calafate siete años atrás: a partir de ese momento turistas de todo el mundo comenzaron a arribar atraídos por la naturaleza, los deportes como trekking y alpinismo y el aire puro que se respira en el lugar. Los servicios debieron multiplicarse y así fueron llegando a El Chaltén nuevos pobladores, atraídos por la incipiente pujanza que hoy resulta evidente.

El pueblo se encuentra circundado por el río de las Vueltas y custodiado por la silueta maciza del monte Fitz Roy o Chaltén, como lo llamaban los habitantes originarios: en lengua tehuelche significa «montaña que humea» debido a las nubes que rodean la cumbre. Con sus poco más de 3.400 metros constituye un desafío para los escaladores debido a la dificultad extrema de su topografía, porque el viento incesante que azota las lajas casi verticales de sus paredes se ha cobrado más de una vida. Pero nosotros haremos un recorrido corto y mucho menos riesgoso, bordeando el río de las Vueltas hasta arribar luego de una caminata de tres kilómetros a una cascada escondida en el bosque. mientras espiamos el Fitz Roy cada vez que se deja ver en el cielo que se va despejando.

El Chorrillo del Salto

El sendero comienza a las afueras del pueblo, bordeando el río de las Vueltas para adentrarse en un bosque de tonos verdosos matizado por la sinfonía de colores del otoño. El aire es puro y limpio e invita a profundizar la respiración, hay puentes sobre el agua que parecen de cuento de hadas y una vista fabulosa producto del contraste entre el río y las montañas. Y en el medio del silencio se percibe el rumor del agua y del bosque, como un mantra.

El Chorrillo del Salto es una cascada, cuyo origen se debe a una laguna que al bajar por las montañas nevadas y toparse con una depresión natural configura una pequeña catarata de agua helada que se derrama sobre la vegetación colorida, conformando un remanso de paz sólo interrumpida por las voces de los visitantes. Las rocas del entorno invitan a tomar asiento, beber agua para paliar la sed motivada por el recorrido y luego emprender el regreso sin prisa por los acogedores senderos del bosque.

Tres horas después de comenzar el recorrido arribamos al pueblo, con tiempo suficiente para almorzar y, antes de dirigirnos a la terminal para abordar el autobús de regreso, visitar la pequeña Capilla de los Exploradores, erigida frente a la pared de roca conocida como «mirador de los cóndores». Lamentablemente se encontraba cerrada, pero frente al pequeño templo cumplí la petición de Adriana: formular una oración en su nombre. Y mientras contemplaba la majestuosidad de la montaña, el mismo día en que mi papá hubiera cumplido 84 años, elevé una plegaria a su querida memoria.

La antigua Casa de Gobierno, el Museo del Fin del Mundo, en El Calafate

05 viernes May 2017

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Casa de Gobierno, El Calafate, hotel Mirador del Lago, Museo del Fin del Mundo, Ushuaia

La antigua Casa de Gobierno de Ushuaia fue construída en el año 1891 y hoy, a partir del 18 de mayo de 2008, constituye un espacio anexo del Museo del Fin del Mundo con funciones de centro histórico-cultural. En sus primeros tiempos fue residencia de gobernadores y luego sede del entonces Territorio Nacional de Tierra del Fuego hasta 1955, durante un par de años se destinó al gobierno municipal y, a partir del comienzo de la dictadura en 1976, cuartel de la policía territorial. Con el advenimiento de la democracia en 1983 se constituyó en sede de la Legislatura y fue declarada Monumento Histórico Nacional.

La historia de Ushuaia se despliega en los salones de la residencia, y el devenir de esta ciudad está indisolublemente ligado al presidio que funcionó desde 1904 hasta 1947. Allí el visitante se puede familiarizar con la historia de los presos más emblemáticos como Cayetano Santos Godino, conocido como el Petiso Orejudo, quien fue sometido en la cárcel a una cirugía estética de sus orejas, porque la impronta lombrosiana que respetaban los estudiosos del derecho penal los había hecho concluir que su forma y tamaño eran determinantes para la maldad y peligrosidad del recluso.

Un almacén de ramos generales de mediados del siglo XX recrea las costumbres de los parroquianos del poblado en aquella época, así como los restos del naufragio del barco Monte Cervantes en enero de 1930 dan cuenta de las duras condiciones de la navegación en los barcos que se aventuraban por estas costas. El curioso trazado disímil de los accidentes geográficos desde el siglo XVI hasta el más cercano siglo XIX se pueden contemplar en la sala de cartografía, con documentos que resultan increíbles debido a las concepciones de cada época.

Finalmente, el salón central conserva la impronta del recinto de sesiones legislativas con los muebles de madera cuidadosamente exhibidos sobre los pisos originales. La estructura de la antigua Casa de Gobierno, de tipo ballon frame, con el montaje de tablas de madera que se unen mediante clavos y un revestimiento exterior de asbesto y cemento al que se aduna la chapa ondulada de zinc, es un exponente típico de la arquitectura local. Conviene destinar un par de horas a recorrer su interior despacio, deteniéndose en cada detalle, para imaginar el devenir histórico que encierran sus paredes; a mayor abundamiento, en algunos meses del año la entrada es libre y gratuita.

El Museo del Fin del Mundo

Cada 18 de mayo, la comunidad internacional celebra el Día Internacional de los Museos. En esta fecha, en el año 1979, fue inaugurado el antiguo edificio donde se emplazaba el Banco de la Nación Argentina como Museo Territorial; en 1990 fue rebautizado con el nombre que ostenta actualmente. La construcción se encuentra directamente ligada a la historia fueguina, porque fueron los reclusos del penal, en el año 1903, quienes tuvieron a su cargo la mano de obra para levantar la vivienda particular cuyos muros, de 60 centímetros de piedra pizarra, se asentaron con argamasa merced al esfuerzo de los internos de la cárcel.

La visita guiada se encuentra a cargo de un descendiente de los pueblos originarios, pero en nuestro caso no contamos con su experiencia porque se encontraba en Buenos Aires presentando su primer libro en la feria anual. Así que luego de recorrer la sala en la que se encuentran los ejemplares de aves que habitan estas tierras australes, nos adentramos solos en la historia de los primeros habitantes de la zona.

Parece que los atisbos de vida humana se remontan a 4.000 años atrás cuando algunas comunidades indígenas se asentaron en el sur profundo, aunque en principio su carácter nómade reducía las estancias a temporadas cortas. Con el tiempo y pese al clima, la presencia de los lobos marinos cuya carne consumían al mismo tiempo que empleaban las pieles resistentes como abrigo determinaron que fueran echando raíces; eran canoeros, porque empleaban estas construcciones como transporte entre los diversos efluentes de agua característicos del lugar.

Los yámanas, habitantes de estas tierras, fueron debidamente colonizados por foráneos y nacionales y evangelizados por las diversas misiones que arribaron en el siglo XIX: la historia de la pérdida de identidad y patrimonio de los pueblos originarios se reitera a lo largo y a lo ancho de América Latina. Algunos testimonios de su existencia se conservan en el Museo del Fin del Mundo, tanto en fotografías como en objetos; particularmente me produce tristeza que se hayan perdido cosmogonías antiquísimas por la obsesión del ser humano de conquistar y borrar de la faz de la tierra todo aquello que considera diferente.

Los objetos recuperados de naufragios también integran el patrimonio del museo, como el espectacular mascarón de proa que perteneciera al buque Duchess of Albany que naufragó en estas costas en 1893. Esculpido en homenaje a la princesa Elena Frederica Augusta de Waldeck y Pyrmont, fue encontrado en el año 1950 al sur de Isla Grande. También se pueden apreciar algunos objetos del avión Cóndor de Plata, el primero que sobrevoló el Cabo de Hornos tripulado por el aviador alemán Gunther von Plüschow.

La visita al Museo del Fin del Mundo, al igual que la antigua Casa de Gobierno, no tiene costo alguno en algunas épocas del año, y resulta una cita obligada para quienes se aventuran en tierras fueguinas. La espectacular fotografía tomada por Juan da cuenta de la majestad del mascarón de proa que forma parte de su patrimonio.

En El Calafate

Los indios tehuelches llamaron calafate al fruto del arbusto espinoso denominado Berberis microphylia, y según la leyenda quien probaba esta baya de color azul oscuro y gusto dulce y rotundo tenía asegurado su regreso a tierras patagónicas. El Calafate es la pequeña villa que toma su nombre de esta especie; emplazada en la ribera del Lago Argentino, se encuentra a unos 80 kilómetros del indescriptible glaciar Perito Moreno, la mayor reserva de agua dulce del planeta.

A través de las ventanillas del taxi que nos condujo hacia la ciudad, distante 23 kilómetros del aeropuerto, el paisaje que pudimos observar varió notablemente en relación a Ushuaia: El Calafate se encuentra en la provincia de Santa Cruz, donde la geografía está conformada por la aridez de la estepa patagónica, el clima es seco y ventoso por ende sólo crecen arbustos y pastizales, abundan las aves rapaces y entre los mamíferos sobresalen los guanacos, el zorrino y la mara, una especie de liebre.

El Calafate tiene un promedio de 30.000 habitantes, pero en temporada alta desborda con los turistas que visitan la villa como paso obligado hacia la atracción principal de la provincia: el Parque Nacional Los Glaciares. El Lago Argentino la dota de una belleza peculiar por el azul de las aguas, posee una amplia oferta hotelera y multiplicidad de agencias de turismo que organizan los traslados hacia las bellezas naturales de la zona. Aquí estamos, alojados en el hotel Mirador del Lago, y desde la ventana de nuestro cuarto el amanecer sobre el espejo de agua despunta en azules diversos y extraños.

En Ushuaia, el Tren del Fin del Mundo, Parque Nacional Tierra del Fuego

03 miércoles May 2017

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hotel Albatros, Parque Nacional, Tierra del Fuego, Tren del Fin del Mundo, Ushuaia

Cuando el conquistador de origen portugués Hernando de Magallanes avistó tierra en las márgenes congeladas del canal Onashaga, su atención se dirigió hacia los enormes fuegos que refulgían sobre la costa. Los indios onas recurrían al calor de las fogatas para templar sus cuerpos ante las inclemencias climáticas de esa región desconocida: Magallanes bautizó Tierra del Fuego a la tierra que descubriera buscando el ansiado paso para llegar a las Indias, allá por el año 1520.

La isla más austral del mundo pertenece tanto a Argentina como a Chile; la capital de la provincia argentina Tierra del Fuego es Ushuaia, que en lengua yámana significa bahía del poniente. Los pueblos originarios fueron exterminados implacablemente en la región, primero por la colonización foránea y luego por la llamada Campaña del Desierto emprendida en el siglo XIX desde el gobierno central para ganar territorio; hoy sólo quedan unos pocos sobrevivientes de estas etnias desaparecidas, que perviven en algunos nombres originarios del territorio.

Ushuaia se emplaza en la costa norte del que fuera el canal Onashaga, hoy canal de Beagle, al pie del glaciar Martial y en la imponente Cordillera de los Andes. El clima es especialmente crudo y los 3 grados se sienten como hielo sobre la piel al descender del avión; los ambientes, como contrapartida, se encuentran calefaccionados a punto tal que conviene vestirse en capas. El personal del hotel Albatros nos recibe amablemente y, una vez instalados, nos dirigimos a explorar el centro de esta ciudad emplazada en forma ascendente al pie de las montañas nevadas.

Un tardío almuerzo en la antigua Almacén de Ramos Generales, cuyo dueño originario arribó desde el lejano Líbano en 1913  para hacerse cargo del establecimiento erigido en 1906: José Salomón convirtió al lugar donde se abastecían los pobladores en un sitio de encuentro social y cultural. Hoy conserva intacta la mística del comienzo y su cocina y panadería son un clásico; por recomendación de Marcela pruebo la cremosa sopa de calabaza, un manjar para transmutar el frío en placer para el paladar.

Ushuaia es un área aduanera con régimen especial impositivo por ende los productos nacionales e importandos resultan económicos en relación a los precios del continente, a la manera de un freeshop. Perfumes, cosméticos y electrónica se despliegan en la Avenida San Martín entre los comercios gastronómicos en los que el chocolate y los frutos rojos ocupan un lugar privilegiado: el clima, en esta bendita ciudad austral, es una buena excusa para degustarlos sin culpa.

Tren del Fin del Mundo

A fines del siglo XIX el entonces presidente Julio Argentino Roca determinó que Ushuaia era un lugar adecuado para establecer una colonia penal, a fin de promover el crecimiento del poblado con aquellos condenados que aceptaran el traslado a estas tierras inhóspitas. A los reclusos se les ofrecía la posibilidad de concluir su educación primaria y un salario por los trabajos que realizaran; en caso de contar con conducta adecuada podían ser destinados a cortar árboles para leña y, a medida que pasaba el tiempo, cumplían tareas de construcción en la ciudad que comenzaba a despuntar.

Los reclusos eran trasladados en un pequeño tren hasta la inhóspita naturaleza donde se encuentra hoy el Parque Nacional, en un recorrido que comenzaba en la cárcel y concluía en la ladera del monte Susana: los últimos siete kilómetros de esta travesía pueden ser revividos por los visitantes en el Tren del Fin del Mundo, en condiciones bastante más benignas que aquellas que padecían día tras día aquellos desdichados.

El paisaje resulta sobrecogedor y la limpieza del aire insufla energía vital a los pulmones al descender en la primera estación para avistar la cascada de la Macarena. A lo largo del recorrido la historia del tren se entrelaza con la vida de los reclusos a punto tal que el río Pipo, cuya lengua de agua se desliza en recodos por la montaña, recuerda con su nombre a un recluso que intentó escapar de su destino pese a la doble hilera de guardias, a la condición insular del territorio y a la inclemencia del clima; no tuvo éxito y fue encontrado congelado unos días después, pero su coraje pervive en el nombre de la corriente de agua.

La locomotora al vapor, los vagones pequeños que son asegurados a mano, los ventanales que permiten apreciar el paisaje en todo su esplendor y la posibilidad de recorrer una parte inaccesible del Parque Nacional dotan a la excursión en el Tren del Fin del Mundo en una experiencia inolvidable. Al descender nos esperaba nuestro guía para continuar descubriendo nuevos rincones, pletóricos de naturaleza.

Parque Nacional Tierra del Fuego

Para arribar al Parque Nacional Tierra de Fuego hay que tomar la Ruta 3, cuyo extremo más austral se encuentra en Ushuaia; el norte culmina en La Quiaca, en la frontera con Bolivia.

Los árboles de lenga custodian desde tiempos inmemoriales los confines del parque, cuyos bosques próximos al mar conforman una bahía de cristalina belleza que los yámanas denominaron Lapataia o bahía de madera, en la que desemboca el río del mismo nombre. El cerro Cóndor, cuya cima nevada se aprecia en la fotografía, pertenece tanto a Chile como a Argentina; el límite lo marcan las nieves eternas.

Hay aves como el pájaro carpintero gigante y la garza morada, que al igual que zorros y guanacos se dejan ver al caer el sol, lejos del ruido perturbador al que somos afectos los humanos. Y también hay castores desde la década del ´50, cuando 25 casales fueron importados desde Canadá a fin de producir pieles. El proyecto no tenía planificación ni coherencia, porque los castores se reprodujeron indiscriminadamente sin depredador natural que controlara la expansión desmedida depredando a su vez el bosque, ya que sus madrigueras precisan de los árboles para ser construídas. Hay planes para erradicarlos, pero a la fecha existen unos 10.000 castores en el Parque Nacional.

Nuestra excursión concluye cinco horas después, con el sol reverberando en el cielo y una temperatura que ronda los 6 grados. La visita al parque ha sido una maravillosa experiencia de contacto pleno con la naturaleza fueguina; por la tarde probamos el chocolate de Laguna Negra con una porción de cheese cake de frutos rojos luego de un paseo por la Avenida San Martín, mientras cae la noche temprana sobre Ushuaia.

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